Prestaciones corporales
En los programas de entrevistas de la tele, todo está dispuesto para que el invitado se encuentre un poco incómodo. O el sillón es demasiado bajo o demasiado alto o demasiado profundo o demasiado ancho. Observen la postura de Michael Douglas, excesivamente repantigado. Si quisiera adelantar su cuerpo hacia el periodista, para poner énfasis en alguna opinión, tendría que realizar un esfuerzo poco natural. No está bien dentro del sillón, no lo domina. Pero tampoco acaba de encontrarse a gusto dentro de su cuerpo. Nadie se encuentra a gusto al cien por cien dentro de su cuerpo, por cómodo que resulte a primera vista. Douglas está contando a la audiencia que ha superado un cáncer, pero fíjense las palabras que emplea: "Creo que el tumor se ha ido". Se refiere al tumor como a un fantasma que se hubiera colado fraudulentamente en su cuerpo, sin pertenecer a él, al modo en que algunos fantasmas toman posesión de un castillo para hacer la vida imposible a sus dueños. No controlamos nada, ni nuestros tumores ni nuestros estados de ánimo. Viajamos en el interior de esta nave llamada organismo intentando dirigirla con un yo más bien provisional e inestable. "Creo que el tumor se ha ido". A veces nos vamos con él. A los pocos días de esta entrevista falleció, de un cáncer, la actriz María Schneider, célebre por su intervención en El último tango en París. El subtema de aquella película era que la polla también podía meterse por el culo, con un poco de mantequilla. Una vez más, la extrañeza respecto a las prestaciones de un cuerpo que creíamos nuestro.
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