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Ola de cambio en el mundo árabe | La transición en Egipto

El Ejército egipcio nombra un nuevo primer ministro para atajar la crisis

El regreso de los emigrantes y el parón turístico hunden la economía del país

Enric González

Egipto dio ayer un nuevo paso en su transición, tensa y llena de riesgos, hacia un sistema democrático. El Ejército nombró un nuevo primer ministro, Essam Sharaf, y le encargó que formara un Gobierno capaz de dirigir el país durante los próximos seis meses, hasta que Egipto disponga de un presidente y un Parlamento legítimos. Sharaf tiene crédito como hombre dialogante y honrado, pero se enfrenta a una situación volcánica. La crisis económica, agravada por el retorno de emigrantes desde Libia, genera impaciencia en la sociedad egipcia. La gran tarea del Gobierno predemocrático consiste en impedir que un colapso económico quiebre la transición.

De la evolución de Egipto depende en gran medida el futuro de Oriente Próximo y el norte de África. Egipto es el país más poblado de la región y cuenta con la mayor economía. Salvando las distancias, juega un papel similar al de Brasil o Sudáfrica. Pero el 95% de sus funcionarios vive por debajo del umbral de la pobreza (dos dólares diarios o menos) y un obrero textil debe sobrevivir con el equivalente de unos 30 euros mensuales, lo que da una idea de la pobreza general. Hace una semana, agentes de policía incendiaron una sede del Ministerio del Interior para quejarse de sus salarios. La mayoría de los ministerios permanecían ayer prácticamente inactivos a causa de las protestas laborales.

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Este es el entorno en el que nace el primer Gobierno predemocrático tras la esperada dimisión del efímero Ahmed Shafik, el hombre al que Mubarak nombró primer ministro cuando el régimen se desmoronaba.

Essam Sharaf, el ingeniero de 59 años al que los dictadores militares han encargado la misión de estabilizar en lo posible el país, dispone de cierta experiencia en la administración del caos: es especialista en gestión de tráfico, ha elaborado estudios sobre el desorden circulatorio de El Cairo y, entre 2004 y 2006, hasta que dimitió harto de la corrupción que le circundaba, ejerció como ministro de Transportes. Durante las jornadas revolucionarias que precedieron a la caída de Hosni Mubarak organizó manifestaciones como profesor universitario y acudió a la plaza de Tahrir, sumándose al movimiento por la democracia. Aunque su perfil corresponde al de un tecnócrata, ayer hizo circular que estaba dispuesto a jurar su cargo en la plaza de Tahrir, "ante el pueblo", lo que denota instinto político.

En cuanto nombre un Gabinete, Sharaf deberá lidiar de forma urgente con el retorno de los emigrantes egipcios procedentes de Libia y de otros países petrolíferos. En el último recuento, de 2008, Egipto tenía 2,3 millones de ciudadanos trabajando en otros países de la región y recibía de ellos una remesa anual de 6.000 millones de dólares, absolutamente necesaria para mantener en marcha la economía. Las convulsiones políticas en la zona menguarán esos ingresos de forma sustancial y agravarán, con el retorno, un desempleo que supera el 10%. Los ingresos por turismo, de los que dependen 1,8 millones de egipcios, han desaparecido. El crecimiento para 2011 se estimaba en el 6%, pero ya se ha rebajado al 3% y se teme una recesión para el segundo semestre.

Los apuros económicos no suscitan ningún desencanto ciudadano ante el proceso democratizador; al contrario, se exige que los cambios sean más rápidos. "Hay que refundar Egipto y hay que refundarlo ya, sin perder más tiempo", decía ayer Ahmed Irduk, un joven "multiprofesional" (guía turístico, camarero, fotógrafo), durante una pausa de las discusiones corales en el campamento de Tahrir. La emblemática plaza cairota debía ser hoy escenario de una nueva manifestación masiva para exigir la renuncia del último Gobierno de Mubarak. El Ejército se anticipó a la demanda y nombró a Sharaf. "Habrá manifestación de todas formas, queremos que sepan que la revolución sigue viva", afirmó Irduk.

Pero también sigue vivo el Egipto de antes, y bastante gente debe tener interés en borrar sus huellas. El miércoles se incendió la sede de la Agencia Central de Contabilidad, en cuyos archivos abundan, cabe suponer, indicios de la corrupción masiva que caracterizó la era de Mubarak. Los responsables de la agencia culparon vagamente a "manifestantes", dijeron que no había sido destruido nada de gran importancia y cerraron el edificio "por falta de protección". Dos días atrás se había registrado otro incendio en la sede de la Oficina Antifraude. Como en cualquier transición, los rastros del pasado tienden a esfumarse.

Ciudadanos egipcios que huyeron de la revuelta en Libia a través de Túnez abandonan en autobús el campo de refugiados.
Ciudadanos egipcios que huyeron de la revuelta en Libia a través de Túnez abandonan en autobús el campo de refugiados.JOEL SAGET (AFP)

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