Movilización europea para repatriar a miles de trabajadores huidos de Libia
España, Francia y Reino Unido organizan puentes aéreos de Túnez a Egipto
El autobús amarillo llega a la frontera de Ras el Ajdir y cientos de refugiados egipcios se abalanzan sobre él para tratar de ocupar una plaza que les permita abandonar el lugar tras varios días de hacinamiento. Uno de los jóvenes lanza su petate a través de una de las ventanas del autocar y luego intenta meterse dentro. Pero la estructura no aguanta el peso, cede y la ventana cae sobre el joven, que da con su espalda en el suelo.
La operación de rescate está en marcha. Varios países, incluida España, empezaron ayer a repatriar a los miles de trabajadores atrapados en la frontera entre Libia y Túnez, sin dinero ni medios para regresar a casa.
La llegada de los organismos internacionales ha servido para ordenar la situación en el puesto fronterizo, pero todavía se viven escenas dramáticas cada vez que llega un camión de comida o un autobús en el que huir. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha instalado un campamento a unos kilómetros y allí se les da cobijo y atención médica. Desde Libia siguen llegando refugiados con maletas, pero el ritmo es ya más pausado. Hace dos días unas 20.000 personas esperaban en una explanada junto a la verja azul que separa Libia de Túnez. Allí ahora solo hay un lento trasiego de gente que es ubicada en el puesto fronterizo dependiendo de su nacionalidad: los bangladesíes a un lado; los subsaharianos en otro; chinos, vietnamitas y filipinos en el centro, y los egipcios, que son mayoría de largo, por todas partes. En total, han entrado unos 95.000 refugiados desde el oeste de Libia, según las autoridades tunecinas; unos 75.000 según ACNUR. La cifra que da la Organización Internacional para las Migraciones es de 200.000 personas entre las fronteras de Túnez, Egipto y Níger. La mayoría son trabajadores de la construcción de entre 20 y 40 años. Casi no hay mujeres ni niños.
Todavía llegan refugiados a la frontera, pero con ritmo más pausado
Un avión comercial fletado por España llegó ayer por la tarde al aeropuerto de la ciudad tunecina de Djerba para llevar a refugiados egipcios a El Cairo. La intención del Gobierno español es transportar a unas 4.000 personas esta semana en tres vuelos diarios. La aeronave trajo cinco toneladas de material que incluye kits de pediatría, obstetricia, traumatología y atención primaria, 900 mantas y 40 tiendas de campaña familiares. El vuelo cargó a 170 personas y marchó a El Cairo.
La ayuda económica española es de 800.000 euros, 500.000 destinados a ACNUR y 300.000 para el Comité Internacional de la Cruz Roja. La cifra está lejos de los cinco millones aprobados por Italia y más cerca del millón aportado por Bélgica. La cantidad anunciada por la Comisión Europea es de 30 millones.
Pese a las imágenes de desesperación, el caos de otros días ha desaparecido. Aun así hay riesgos todavía. Los que peor lo parecen estar pasando son los bangladesíes. En la zona en la que están situados, a la derecha de la frontera, tras un muro que bordea la carretera, muchos llevan ya una semana esperando a que alguien se haga cargo de ellos. No hablan árabe, no tienen información, no saben qué va a pasar con ellos. El perfil es siempre el mismo. Trabajan para empresas de construcción o comunicaciones de China, Corea o India; llevan meses sin cobrar, calzan todos las mismas botas, gruesas y con suela de caucho, de fabricación italiana.
"Salimos de la compañía un día por la noche. Los hombres de [Muamar el] Gadafi entraron en el lugar donde dormimos y nos sacaron de allí a la fuerza. Se llevaron nuestros móviles y el dinero. Tuvimos que pagar cinco veces más de lo que vale el trayecto en coche para llegar hasta aquí", relata Hossen Mlah, un trabajador bangladesí de la empresa de telecomunicaciones china HTC.
En el campamento de ACNUR, las excavadoras trabajan para allanar el terreno y permitir la instalación de nuevas tiendas de campaña con capacidad para unas 12 personas. En una explanada por donde ya han pasado las máquinas, un grupo de refugiados juega un partido de fútbol en medio de una nueva tormenta de arena como las que han azotado Ras el Ajdir estos días. El resultado es Argelia 1, Ghana 1. El árbitro es tunecino.
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