Las mujeres hunden la popularidad de Berlusconi
Los sondeos colocan al primer ministro como el líder político menos valorado
Algo muy profundo parece haber cambiado en Italia. La revuelta de las mujeres, que ayer sacó a cientos de miles de personas a la calle de 280 ciudades, de Italia y del extranjero, para pedir la dimisión de Silvio Berlusconi y rechazar su política machista y patriarcal, ha coincidido con el hundimiento del primer ministro en los sondeos. Una encuesta de Demos publicada ayer por La Repubblica muestra que el carismático líder es en este momento el político menos valorado del país: entre los 10 nombres propuestos, el magnate ocupa la última posición. Pero hay más: si hubiera elecciones anticipadas, Berlusconi las perdería sin remisión, y eso que no se sabe todavía quién sería el líder de la oposición.
Berlusconi trató de capear el deterioro nacional e internacional concediendo una entrevista al programa La Telefonata de Canale 5, un gesto valiente, pero que quizá haya empeorado algo más las cosas. Berlusconi calificó la masiva protesta popular como "una vergüenza", y como "una movilización facciosa, organizada por la izquierda para apoyar el teorema judicial". Se refería, obviamente, al caso Ruby, en el que está acusado de prostitución de menores y cohecho y en el que arriesga 15 años de cárcel (hoy, la juez de Milán debería decidir si admite o no las peticiones de los fiscales).
En realidad, la idea de la protesta simultánea nada tiene que ver con la oposición, demasiado desacreditada como para intentar una proeza similar. La revuelta surgió de la sociedad civil. Pequeñas asociaciones de mujeres y jóvenes, cristianos de base, el mundo de la universidad y laboral... Mucho Facebook y casi nada de papel. Y en la calle, ni una sola bandera de partidos políticos, y muchos asistentes expresando su rabia no solo con Berlusconi sino también con una oposición a la que, cada vez más, muchos italianos ven como una muleta del berlusconismo.
El primer ministro replicó a quienes atribuyen la degradación de la mujer a la conexión entre su forma de ejercer el poder y el estilo de sus televisiones privadas: "Las mujeres saben cuánta consideración tengo por ellas, siempre me he comportado con ellas con gran atención y respeto, en mis empresas y en el Gobierno", dijo. Más aún: han sido la Fiscalía de Milán y los medios hostiles quienes "han pisoteado la dignidad" de sus invitadas a las fiestas de Arcore, "exponiéndolas a la mofa pública sin razón".
Su situación política queda, en todo caso, seriamente tocada. Tras su encuentro del viernes con el presidente de la República, en el que este le advirtió que debe someterse a juicio y frenar el choque institucional con la magistratura si quiere terminar la legislatura, Berlusconi afirmó ayer que Giorgio Napolitano le garantizó que no disolverá las Cámaras si el Gobierno sigue gobernando y aprobando leyes.
El problema es que el Ejecutivo está dedicado casi en exclusiva a frenar sus problemas judiciales (en unas semanas se reabren otros tres procesos aparte del caso Ruby), y la suerte de la mayoría depende de la Liga Norte, que solo espera aprobar la reforma federalista. Napolitano ha ofrecido a Umberto Bossi un plazo para lograrlo, pero si no lo consigue la Liga desenchufaría el respirador.
En ese caso, los sondeos dibujan un futuro oscuro para Berlusconi. Los electores censuran no tanto sus vicios privados como sus carencias políticas: solo un ciudadano de cada cuatro considera que el Gobierno ha "mantenido sus promesas", dice la encuesta de La Repubblica, que revela que la confianza en Berlusconi ha caído al 30%, el mínimo desde 2005, y pronostica que, de votarse hoy, el centro-derecha perdería la contienda.
La mayoría, ampliada con La Destra, sucumbiría de forma neta (57% a 43%) contra una improbable "alianza constitucional" de la oposición, desde el Tercer Polo (finianos y democristianos) al PD, Italia de los Valores y el grupo izquierdista de Nichi Vendola. Pero también cedería la cuchara si se forman tres bloques: el centro-izquierda vencería por seis puntos frente a una derecha partida en dos. De manera que solo queda una. Aguantar como sea.
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