Sospechosos a lápiz y en papel
Los Mossos defienden el uso del retrato robot en BCNegra
¡Atraco en la calle del Hospital! Un desconocido armado con una pistola asalta, en el escenario, al editor Paco Camarasa. El ladrón se lleva la cartera, pero por suerte hay testigos (a patadas) del suceso, ocurrido en La Capella del Raval. Una mujer emerge de entre el público y describe al cabo Santi Tugores, de los Mossos d'Esquadra, cómo es el sospechoso. En una hora, Tugores ha dibujado a la vieja usanza (con lápiz y papel) un retrato robot del ladrón. Resulta ser Eduard, un actor que, zanjada la farsa, se abraza a Camarasa.
El falso robo fue una original excusa para explicar ayer, en el marco de BCNegra, que el tradicional método del retrato sirve a la policía hoy igual que ayer, por mucho que evolucione el Photoshop. "Me quedo con el dibujo", afirma el subjefe de policía científica de los Mossos, Daniel Martínez, en la mesa redonda La imagen del asesino, que sitúa al pobre Eduard ante un delito que nunca cometió. Los programas informáticos tienen un defecto: su exactitud. La imagen que resulta es "demasiado real" y el testigo no reconocerá al agresor "si no es tal como aparece en la imagen", añade Martínez.
Para hacer un buen retrato robot pesan tanto la claridad del testigo como la habilidad del policía. "Los que se dedican a esto han de ser artistas... y tener una gracia especial e intuición y mucha empatía con la víctima", añade el jefe de la científica. O sea que fácil no es. Prueba de ello es que solo hay tres mossos dibujantes, lo que obliga a los Mossos a ser "selectivos" en su uso. Solo se recurre al retrato si no hay más medios para dar con el sospechoso.
Ante un público ansioso por conocer la frontera entre realidad y ficción en un terreno tan dado a la fantasía, Martínez explica que la semana pasada los Mossos detuvieron a un agresor sexual en Girona gracias a un retrato robot. La imagen se distribuyó a las patrullas y era tan buena que un policía lo localizó en la calle.
"Las víctimas hablan sobre todo de la mirada, porque están en estado de shock". Se produce, además, un efecto curioso: las víctimas describen a su agresor "más grande de lo que es en realidad". O sea que un hombre de estatura media puede convertirse, cuando comete un delito, en un gigante. El retrato, claro, no siempre es exacto. Pero Eduard posa junto al suyo con una sonrisa. "Caso cerrado", zanja el cabo Tugores.
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