En el mundo real
Justo cuando la IFPI difundía el informe que coloca a España en un lugar tan puntero, glorioso para muchos e ignominioso para algunos, un servidor visitaba las oficinas de una discográfica. Más exactamente, una distribuidora que también editaba discos con cuidados libritos (letras traducidas, explicaciones...). No es precisamente un palacio: media planta en un edificio periférico para uso industrial. Un montacargas de película de terror, techos altos, temperaturas bajas ("mejor no te quites el abrigo") y media docena de personas trabajando.
¿La crisis? Ya apenas publican discos por su cuenta: "La mínima tirada serían mil copias y ni siquiera puedes colocar esa cantidad en los puntos de venta". Las grandes superficies achican constantemente el hueco para la música y las tiendas pequeñas desaparecieron o tratan directamente con mayoristas europeos y estadounidenses. Aquí han reaccionado ampliando la oferta: importan elepés de vinilo y merchandising. "Funcionó al principio pero, en cuanto se enteran las multinacionales, te quitan el espacio con ofertas mejores para el minorista". También distribuyen lanzamientos de diminutas discográficas nacionales. A veces, autoediciones de grupos o solistas que exhiben una visión ingenua del negocio musical: "Te piden que hagas promoción, que montes presentaciones. Y debes explicarles el abecé, que nosotros solo servimos los discos a la tienda. Han hecho mucho daño esas ficciones de disqueras omnipotentes, que cogen a un desconocido y lo llevan al Olimpo".
Inevitablemente, esta compañía se ha ido desplazando hacia la gama baja de los soportes físicos. "Son dobles CD que juntan tres o cuatro álbumes clásicos. O te presentan 50 temas seleccionados de un artista. Existe un buen mercado para estas recopilaciones baratas. Es mentira que haya desaparecido el comprador de discos".
Hay truco, claro. Se trata de material con 50 o más años de antigüedad y que, por lo tanto, está en el dominio público: "Lo podrían hacer las multis, que eran las propietarias originales, pero no están interesadas. Ofrecen márgenes mínimos para ellas: prefieren la gama alta, las cajas de lujo". Explican que esas recopilaciones no son necesariamente peores que las caras: "Vienen de Francia, Alemania o Reino Unido, donde hay gran tradición de sellos para coleccionistas, con especialistas que manejan mucha información. Ahora trabajan para un público más amplio y lo presentan con portadas simpáticas".
Sin embargo, aquí recuerdan lo de "pan para hoy, hambre para mañana". Están exprimiendo la edad de oro de la música grabada pero el futuro no resulta prometedor: "Una antología económica de Chet Baker tiene su sitio en una estantería de la Fnac, pero ¿dónde encuentras al Chet Baker del presente? Quizás no salga de Myspace".
Babelia
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