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talentos

Miradas de realismo radical

El director argentino Lisandro Alonso rompe con el academicismo

El cineasta argentino Lisandro Alonso.
El cineasta argentino Lisandro Alonso.ÓSCAR ORENGO

En la entelequia creada por la crítica internacional y llamada turbiamente nuevo cine latinoamericano, las fuerzas creativas de talentos como Lucrecia Martel, Pablo Larraín, Claudia Llosa o José Padilha se dan la mano de Brasil hasta Chile pasando por Ecuador y proponen nuevas formas, reaccionan contra su propia tradición fílmica y, a veces, rompen radicalmente con el academicismo. De esta última tendencia el argentino Lisandro Alonso (Buenos Aires, 1975) representa la más interesante y, a la vez, minoritaria de sus personificaciones. Por ello es de agradecer el esfuerzo de Intermedio para reunir en un volumen con tres DVD sus primeras películas: La Libertad (2001), Los muertos (2004) y Fantasma (2006). Un tríptico que ya sea por su propuesta formal o su honda voluntad humana la convierten en la filmografía más atractiva y jugosa a ese lado americano del cine. "Uno termina haciendo una película para las 4.000 personas que van a verla a Buenos Aires, los 14 críticos que se creen que soy un iluminado y los siete festivales de cine que me invitan", comenta Alonso, no sin algo de sarcasmo sobre una obra, compuesta en la actualidad de cuatro largometrajes, paladeada por unos cuantos y odiada por muchos otros.

Documental y ficción parecen jugar al escondite en sus películas

En La libertad, rodada en 16mm y con presupuesto irrisorio en plena Pampa argentina, vemos a Misael Saavedra en su día a día como leñador. Corta árboles, defeca, come, descansa, vende sus troncos, mata un armadillo... todo mientras la cámara le sigue. Documental y ficción parecen jugar al escondite convirtiendo al espectador en testigo de una propuesta repleta de referencias que van desde Jean Renoir al tecno de Berlín. Droga dura que le abrió a Lisandro Alonso el circuito de festivales.

Algo que volvió a ocurrir con el plano secuencia que abre su segundo largometraje: Los muertos. La cámara parece deambular sin dirección por la selva para pararse en el cuerpo de dos niños sin vida. Brutal introducción para acercarse al último día en la cárcel de Argentino Vargas: el retrato de un criminal a camino entre la etnografía y la contemplación. Lejos de los tics vanguardistas que pueda sugerir, se revela como la obra de un artista que cuestiona constantemente la naturaleza misma del cine como vehículo para dar cuenta de la realidad.

Así, Fantasma, la última película de este pack, sería entonces el cierre a esta poética investigación sobre la acción de grabar con el retrato sobre el hecho de mirar. Misael Saavedra y Argentino Vargas cambian la selva por el teatro San Martín de Buenos Aires y Lisandro Alonso les graba viendo cine en uno de los más significativos reductos del cine como arte de Argentina. Y lo hace para preguntarse hacia dónde va ese arte que se piensa con humildad su propia naturaleza, que propone nuevas formas de producción y de distribución, que busca, en suma, su propia libertad a pesar de su propia naturaleza.

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