Fracaso para todos
La intransigencia de Netanyahu doblega a Obama y liquida el diálogo directo palestino-israelí
El primer ministro israelí ha celebrado públicamente la decisión estadounidense anunciada por Hillary Clinton de dar por liquidadas ante su evidente fracaso las conversaciones de paz directas entre israelíes y palestinos, que comenzaron en septiembre. Benjamín Netanyahu ha acudido a la letanía, que le sirve igual para una situación que su contraria, de que el final de las presiones de Barack Obama sobre su Gobierno redundará en beneficio de la paz. El conflicto de Oriente Próximo, con 60 años de vida, vuelve al rutinario tejer y destejer de las visitas a la zona del enviado especial estadounidense.
El rechazo de Netanyahu a detener la ilegal colonización judía de los territorios ocupados ha podido más que las solemnes declaraciones de Barack Obama, sus admoniciones, e incluso el maná anunciado por Washington los últimos días en forma de regalo de una veintena de los últimos cazabombarderos estadounidenses y garantía de veto en el Consejo de Seguridad de cualquier resolución antiisraelí. Todo a cambio de detener por tres meses la construcción de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Oriental. Colocado en un dilema crucial para su designio político, el líder israelí ha cedido a sus instintos de halcón y preferido salvar su coalición derechista con ultras religiosos que le mantienen en el poder; alejando de paso la pretensión estadounidense de incorporar al Gobierno a los centristas de la ex ministra de Exteriores Tzipi Livni, partidarios de la solución de los dos Estados.
Se trata de un fracaso para todos y para la causa de la paz. Lo es para Obama, que había anunciado como cuestión de principio conseguir un tratado entre los históricos enemigos en sus primeros años de mandato; y se había empeñado, con razón, en la indispensable renuncia israelí a seguir construyendo en los territorios ocupados. Es un fracaso también para el moderado Mahmud Abbas -cada vez más cuestionado entre los suyos por sus inexistentes logros en cinco años-, que aleja mucho más la posibilidad de un Estado soberano. Y lo es finalmente para Israel, pese a la miope satisfacción de un Netanyahu inflexible a ultranza. Porque en la medida que un Estado palestino representa la mejor garantía de seguridad futura para Israel, su boicoteo sistemático aísla más internacionalmente al acosado Estado judío y hace progresivamente cuestionable el apoyo incondicional del amigo americano.
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