Arequipa / Estocolmo, viaje a la gloria
El rey Carlos Gustavo de Suecia entregó el gran premio de las letras a Vargas Llosa - El presidente del Comité Nobel equiparó su obra a la de Balzac, Tolstoi o Faulkner
"Mario Vargas Llosa ha encapsulado la historia de la sociedad del siglo XX en una burbuja de imaginación". Esa burbuja "se ha mantenido flotando en el aire durante 50 años y todavía reluce". El escritor peruano estaba junto a su asiento, de pie, ante el rey de Suecia; les separaba la enorme letra N que desde hace más de un siglo es el distintivo que en el Concert Hall de Estocolmo marca el símbolo de los Premios Nobel.
Cuando Per Wästberg, escritor, presidente del Comité Nobel y académico, terminó de decir en español aquellas palabras, la sala prorrumpió en un aplauso y aquel hombre que fue "rebelde ante su padre", "que dejó el marxismo ante las ruindades de Castro" y que usó la literatura para denunciar los abusos del poder, según Wästberg, se adelantó unos pasos y sobre esa N mayúscula que persiguen tantos escritores recogió del monarca sueco los atributos que le ponen en la cumbre de su oficio.
Fue un acto medido al milímetro; el público recordaba a una barra de hielo
La invocación al disidente chino Liu Xiaobo se recibió en silencio
El chico que fue Marito, peruano de Arequipa, nacionalizado también español, tiene ahora 74 años y sus primeros libros los empezó a escribir cuando era un cadete en el Colegio Militar Leoncio Prado. Ha seguido un largo camino hasta aquí pero, como el güisqui, sigue ahí, tan campante. Wästberg aseguró que Vargas Llosa prosigue la tradición de maestros como Balzac o Tolstoi hasta llegar, por la vía de la mejor novela que arranca en el siglo XIX, a la "experimentación de vanguardia" de William Faulkner.
En el aire tradicionalmente hierático de la ceremonia sueca del Nobel, sonó como un trallazo lo que dijo Wästberg sobre la conversión de Vargas Llosa en "un liberal" después de haber profesado como un marxista. "Un ciudadano del mundo, un marxista transformado, por las ruindades de Castro, en un liberal". También habló de un candidato perdedor, un escritor épico, un autor satírico, un autor erótico, un columnista y ensayista capaz de ir de lo más solemne o terrible "al comentario sobre el fútbol o sobre el miedo a volar".
El maestro de ceremonias quiso recordar que el nuevo Nobel ha prestado su voz "a los silenciados y a los oprimidos", y que ha colocado en su obra, para hallar sus metáforas, "a los presidentes y a las prostitutas". Wästberg dijo, citando al propio escritor, que "sus materiales han sido la intuición, la obsesión, la locura y la fantasía, y con todos ellos se ha colocado en la vía de Zola y de Gide o Camus: un ejemplo de escritor que lidera y alerta".
El estrambote en español desató la satisfacción entre peruanos y españoles. El artista peruano Fernando de Szyszlo, representante del presidente Alan García, antiguo adversario político de Vargas Llosa, y el ministro de Cultura de Perú, Juan Ossio, rivalizaban en contento con la ministra española Ángeles González-Sinde, con la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, y con el representante de la Academia Española, José Antonio Pascual, que vino en nombre del director de la entidad, Víctor García de la Concha.
Es, el de ayer, un acto medido al milímetro en el que la emoción la tienen que guardar los galardonados y el público en una barra de hielo sueco. Por eso la invocación al Nobel chino de la Paz, hecha por el presidente de la Fundación Nobel, pasó sin otro reconocimiento que el silencio por una concurrencia que comparte aquí el estupor causado por la actitud china de rechazo al galardón al activista no violento Liu Xiaobo.
Hubo un momento, sin embargo, en que se rompió ese hieratismo. Fue cuando le fue entregado a la esposa de Robert Edwards, la investigadora Ruth Fowler, el galardón que la Academia de Medicina le concedió a su marido "porque hizo posible, gracias a la fecundación in vitro que él impulsó, la ilusión de muchísimas parejas que hasta entonces no podían tener hijos". Ese milagro, al que se opuso la Iglesia, tuvo su primer nombre propio, la niña Louise Joy Brown, que nació gracias a ese método en 1978.
Sobre los restantes premios sobrevolaron las explicaciones: son Nobel del futuro. Los de Física (Andre Geim y Konstantin Novoselov) descubrieron las propiedades del grafeno, material bidimensional con enormes posibilidades para aplicaciones en la electrónica; los de Química (Richard F. Heck, Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki) descubrieron las posibilidades de catalización por medio del paladio, que abre enormes perspectivas a la fotosíntesis artificial; y los de Economía (Peter A. Diamond, Dale T. Mortensen y Christopher A. Pissarides) han hecho hallazgos clave en el mercado laboral, útiles para su aplicación en la política económica.
Todos ellos se fueron, con su premio bajo el brazo, a celebrar el mayor éxito de sus vidas. La fiesta la inició el rey de Suecia celebrando la memoria del Alfred Nobel. En ella, Mario Vargas Llosa contó un cuento del que él es el único protagonista.
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