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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO

EE UU explotó la rivalidad entre Moratinos y Trinidad Jiménez

Diplomáticos españoles se desmarcaron de su ministro ante la embajada - Cuba y Venezuela, manzanas de la discordia en el Ministerio de Exteriores

Diversas notas confidenciales emitidas por la Embajada de Estados Unidos en Madrid dan cuenta de una "rivalidad" entre Miguel Ángel Moratinos y Trinidad Jiménez, que comenzó a manifestarse tras la inserción de esta en el aparato diplomático como secretaria de Estado para Iberoamérica, en septiembre de 2006. Moratinos esperaba que la nueva colaboradora no tuviera un "impacto negativo" en asuntos clave, como las relaciones con Estados Unidos, Cuba y Bolivia. Se lo dijo al embajador estadounidense, Eduardo Aguirre, sin saber que iba a trascender antes de lo previsto.

Tres días después del nombramiento de Jiménez como secretaria de Estado para Iberoamérica, el embajador acompañó a Moratinos a Ronda (Málaga). "Fuera de los confines de la capital", precisa el embajador en su nota, el ministro español le habló "con sinceridad" de varios temas. Entre ellos le dijo que esperaba que la entrada de Jiménez no implicara la pérdida de influencia de su número dos, Bernardino León. Lo mismo le dijo este al embajador, un par de días después.

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Pues bien: el representante de Estados Unidos tardó pocas semanas en darse cuenta de que Trinidad Jiménez había llegado con hambre de balón. El 13 de octubre de 2006, Aguirre escribió que la secretaria de Estado "evidentemente está estableciendo su liderazgo sobre todos los temas de América Latina, contrariamente a lo que León y el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, podían haber esperado". El 23 de febrero de 2007 remachó: Jiménez, persona de la confianza de Felipe González y de Zapatero, se ha hecho cargo "claramente" de Latinoamérica.

En aquellos momentos, Eduardo Aguirre tenía un interés prioritario: evitar el deshielo de las relaciones entre España y Cuba. Él y sus subordinados lo intentaron en cuanto tuvieron indicios de que Moratinos preparaba un viaje a la isla, el primero de un jefe de la diplomacia española en nueve años. Era febrero de 2007. Jiménez reconoció al número dos de la embajada, Hugo Llorens, que el viaje estaba en consideración, aunque sin fecha. El norteamericano argumentó que la visita de Moratinos iba a ser inútil; que podía interpretarse en Washington como la rotura de la sintonía con España respecto a Cuba; y urgió a Trinidad Jiménez a "consultarlo estrechamente" con la Embajada. El mismo diplomático reiteró a Rafael Dezcallar, director general de Política Exterior, el "mensaje equivocado" que podría enviar la aparición del ministro español de Exteriores en Cuba.

Un documento de 23 de marzo de 2007 da cuenta de los reproches que los norteamericanos dirigieron al director general para Iberoamérica, Javier Sandomingo, porque los españoles no les habían contado nada de la visita a Madrid del canciller cubano, Felipe Roque, cinco días atrás. El diplomático español -actual embajador de España en Lima- se mostró "completamente de acuerdo" en la necesidad de una buena comunicación con Estados Unidos y subrayó el "énfasis" con que Trinidad Jiménez había dicho a Moratinos que se debía informar a los aliados (léase a Washington) antes que a la prensa. Sandomingo (cuyos comentarios se presentan como de fuente "estrictamente protegida") les comunicó lo que los estadounidenses perseguían con ahínco: que estaba confirmado el desplazamiento de Moratinos a Cuba. Y precisó que se lo contaba por encargo de Trinidad Jiménez, en aquellos días de viaje con la familia real.

Un comentario final a este telegrama, firmado por el embajador Aguirre, dejaba claro que había fracasado en el intento de impedir el viaje. Explicaba la iniciativa de Moratinos como un gesto electoral "a la izquierda" y también en función de la "rivalidad" entre Moratinos y Jiménez. El embajador contraponía la "poca experiencia de Moratinos" en Cuba, que le hacía sentirse optimista sobre sus posibilidades de influir en el poscastrismo, a la mayor competencia de "Trinidad Jiménez, Javier Sandomingo y el director de Política Exterior, Rafael Dezcallar", enumera el telegrama. Presentaba a estos tres como "más escépticos" respecto a la dirigencia cubana. A la vuelta de Moratinos de Cuba, la embajada conectó con Trinidad Jiménez para enfatizar su sorpresa de que hubiera ido a ver a una dictadura "en bancarrota política y económica" sin obtener nada a cambio.

La explotación de disensiones internas en España venía de lejos. Ya el 7 de julio de 2004, la Embajada norteamericana había comunicado que Pedro Gómez de Olea, adjunto a la Dirección General para México, Centroamérica y Caribe, mostraba "cierta exasperación" respecto al plan de no invitar a disidentes cubanos a la Embajada española, con motivo de la celebración de la Fiesta Nacional del 12 de octubre.

Nada comparable, en todo caso, a la exasperación de Washington con los contratos de venta de barcos patrulleros y aviones a la Venezuela de Hugo Chávez, en 2005. La nota confidencial del 11 de febrero de 2005 asegura que Juan Carlos Sánchez, diplomático adscrito al área iberoamericana del ministerio, expresó la "perplejidad" que él y "la gran mayoría" de sus colegas sentían hacia el estrechamiento de relaciones con Chávez. La respuesta le resultó "sorprendentemente franca" al consejero político de la Embajada estadounidense. "La mayor parte de los funcionarios del ministerio, según Sánchez, no ven beneficios y solo inconvenientes para España en estrechar relaciones con Venezuela", se lee en el correspondiente telegrama. "Los movimientos de Zapatero no van en la dirección de promover la democracia o la estabilidad en la región y solo servirán para incrementar la tensión en las relaciones con Estados Unidos, Colombia y otros países de la región".

La misma comunicación menciona el desconcierto causado por el envío "secreto" a Caracas del entonces ministro de Defensa, José Bono, para tratar sobre la venta de material militar. Tras afirmar que las directrices de la política venezolana venían directamente de La Moncloa, la nota norteamericana atribuye a Sánchez la afirmación de que el Ministerio de Exteriores quería "reparar las relaciones con Estados Unidos" y no dañarlas más, estrechando relaciones con Chávez, "que no produce beneficios tangibles para España". "No entendemos esa política ni sus razones", entrecomillan a Sánchez (luego ascendido a director general para Iberoamérica hasta que cesó en el puesto este mismo año), según el cual la venta de armas a Venezuela "no tenía ningún sentido".

Otro alto cargo de Exteriores, Marcos Rodríguez, dijo que él era "uno de los muchos" que consideraban "graves errores" tanto la venta de armas, como el planteamiento en su conjunto del Gobierno español de la relación con Venezuela. Lo curioso es que la misión de Rodríguez era solicitar permiso para la solicitud de transferencia de tecnología de EE UU en el material a vender al país presidido por Chávez.

La venta de los aviones fue finalmente cancelada. Cuando Donald Rumsfeld, entonces jefe del Pentágono, vetó la venta de medios aéreos españoles a Venezuela, Moratinos enfureció. Lo consideró como "una acción de castigo" norteamericana. El ministro de Exteriores tampoco controlaba a Felipe González, según el embajador estadounidense, a quien Moratinos expresó su desacuerdo con el ex presidente cuando defendió, en 2006, el derecho de Irán a un desarrollo nuclear para fines civiles.

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Miguel Ángel Moratinos, durante su etapa de ministro de Exteriores, junto a la actual titular del departamento, Trinidad Jiménez.
Miguel Ángel Moratinos, durante su etapa de ministro de Exteriores, junto a la actual titular del departamento, Trinidad Jiménez.EFE

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