¿Es un sueño?
El mes que viene se cumplen 100 años del estreno de El caballero de la rosa, de Richard Strauss, en Dresde. No ha perdido vigencia. Sobre todo si se contempla en una representación como la que ofrece estos días el Teatro Real. En ella destaca, por encima de todo, la percepción de conjunto, esa integración de texto, música y teatro que la ópera integra en algunas ocasiones, y que llevó a un socialista utópico como François Charles Fourier a defender con pasión ya a comienzos del XIX el valor educativo de la ópera, tal y como se muestra en un libro publicado por la editorial asturiana Trea. La producción de Herbert Wernicke se estrenó en el festival de Salzburgo de 1995, recibiéndose con reservas por el público de la primera representación. Después fue acogida con éxito en Alemania y cuando llegó a París la recepción fue apoteósica. Con el paso del tiempo se había convertido en un montaje emblemático de un tipo de estética teatral aplicada al arte lírico.
DER ROSENKAVALIER (EL CABALLERO DE LA ROSA)
De Richard Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal.
Con Anne Schwanewilms, Joyce DiDonato, Ofelia Sala, Franz Hawlata y Laurent Naouri.
Director musical: Jeffrey Tate. Director de escena: Herbert Wernicke.
Producción original del Festival de Salzburgo 1995. Sinfónica de Madrid, Coro Intermezzo. Teatro Real, 3 de diciembre. Madrid.
Gerard Mortier también programó esta obra en su etapa parisiense
Jeffrey Tate levanta una atmósfera musical llena de teatralidad
He mantenido en varias ocasiones que, al margen de la fama de provocador que le acompaña allá donde va, Gerard Mortier es por encima de todo un sentimental. Prueba de ello es su fidelidad a algunos espectáculos de sus anteriores etapas artísticas. Uno de ellos este El caballero de la rosa que también había programado en su etapa parisiense. En esta ocasión se ha traído al Real el telón del mismísimo festival de Salzburgo, en un ejercicio de evocaciones del paso del tiempo muy a tono con la obra de Strauss.
Wernicke fue el director de cabecera de Mortier en su década salzburguesa y ahí quedan media docena de espectáculos para recordarlo. El caballero de la rosa, Fidelio y Boris Godunov son seguramente las tres propuestas que se han mantenido con mayor capacidad de fascinación. El director alemán, fallecido en 2002, vivía en Basilea en la casa de Erasmo y pasaba largas temporadas en la provincia de Cádiz. Su visión de la ópera parte de impactos visuales y simbólicos sustentados en un enfoque intelectual: la gigantesca campana a lo Tarkovski y los retratos de los gobernantes en Boris Godunov; el cambio de vestuario y la consiguiente explosión de color como signo de la libertad en Fidelio; el juego de espejos que invita a la relación entre épocas y a la integración del público asistente en lo que se está contando en El caballero de la rosa. Despierta Wernicke emociones que provienen fundamentalmente de la inteligencia y los valores conceptuales. Luego está la profesionalidad en el ritmo teatral que imprime a los espectáculos. Aquí tengo algunas dudas en la traslación que ha hecho para el Real Alejandro Stadler. Dudas, que no certezas, de cierta simplificación en la dirección de actores.
No atañen al trabajo teatral y vocal de la soprano de Gelsenkirchen Anna Schwanewilms, una Mariscala de gusto exquisito en la línea vocal y de una interioridad melancólica que conmueve. El final del primer acto, con su reflexión sobre la vida que se va, es sencillamente conmovedor. La rossiniana Joyce DiDonato construye un Octavian lleno de frescura, con una gran actuación vocal y una quizás excesivamente impulsiva caracterización teatral, Ofelia Sala es una Sophie notable a falta de un hervor. Alcanza su momento más incisivo en el dúo final con DiDonato, ¿Es un sueño?, que continúa el maravilloso terceto de la Mariscala, Octavian y Sophie, una de esas cumbres de la ópera de todos los tiempos. Franz Hawlata compone su personaje del barón Ochs de una manera creíble teatralmente y Laurent Naouri está impecable en todo momento como Faninal.
La dirección musical y la respuesta orquestal son fundamentales en una ópera como El caballero de la rosa. El veterano Jeffrey Tate se deja de lindezas y refinamientos inútiles y levanta una atmósfera musical llena de teatralidad, sin que la tensión decaiga en ningún momento, definiendo en cierto modo el ritmo escénico del espectáculo y facilitando que la orquesta haga un trabajo operístico de primer orden.
El público así lo entendió aclamándole con bravos en los saludos finales, bravos con los que se reconoció también el buen trabajo de los principales cantantes y del coro de la casa. También el apartado escénico levantó muestras de adhesión. Hasta el alcalde de Madrid salía exultante de esta representación de su ópera favorita.
[Por culpa del caos aéreo, el Teatro Real canceló anoche el estreno de La finta giardiniera, ante la imposibilidad de la llegada de René Jacobs y la Freiburger Barockorchester, y no tenía claro al cierre de esta edición si hoy domingo tendría lugar su representación.]
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