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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO | Nuevas tensiones en el Cáucaso

Georgia pierde la atención de Estados Unidos

Washington privilegia la aproximación a Rusia - Tbilisi busca a la desesperada apoyo militar estadounidense

Pilar Bonet

Georgia ha pagado un alto precio por la guerra que la enfrentó a Rusia en agosto de 2008. De perfilarse como un aliado clave de la OTAN en el sur del Cáucaso, ha pasado a ser un país débil y servil con Estados Unidos, obsesionado por el temor a que sus regiones separatistas sean reconocidas como Estados, y más vulnerable ante Rusia e Irán.

Tras la fallida incursión del presidente Mijail Saakashvili en Tsjinvali (la capital de Osetia del Sur) en la noche del 7 al 8 de agosto, Moscú ha instalado bases militares en Abjazia y Osetia del Sur, dos territorios que formalmente pertenecen a Georgia, aunque Tbilisi no los controla de hecho desde 1991, cuando 15 Estados emergieron de las ruinas de la URSS. Tbilisi se aferra a EE UU por considerar que ellos -y no los "cínicos" europeos- son los garantes de su integridad territorial. Georgia cree que Teherán puede jugar en su contra la carta separatista.

Tbilisi insiste para que EE UU le venda armas sofisticadas y dé luz verde a su ingreso en la OTAN
Los georgianos tratan de hacerse valer como informadores en el entorno postsoviético
Los norteamericanos recelan de las relaciones económicas del país caucásico con Teherán
Georgia pidió a EE UU y España que países de Latinoamérica no reconocieran a Abjazia
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Los despachos sobre la guerra a los que ha tenido acceso este periódico constatan unos tiroteos "no vistos desde 2004" en Osetia del Sur en la noche del 1 al 2 de agosto, sin que estuviera claro quién los había iniciado. Dos cables fechados el 7 de agosto registraban "intensos combates en Osetia del Sur en la noche del 6 de agosto" y "movimientos de las tropas georgianas con artillería". Después, los despachos procedentes de Tbilisi tienen una laguna de 138 números. Del 8 y el 9 de agosto solo hay dos cables por día. Esa discontinuidad y laconismo en fechas clave indica que la información fluyó por otros canales desde la embajada e impide formarse una idea clara sobre el papel de los estadounidenses en la incursión de Saakashvili. La investigación de la UE, dirigida por la embajadora suiza Heidi Tagliavini, concluyó que Saakashvili desencadenó la guerra al atacar Tsjinvali y también que la reacción rusa fue desproporcionada.

Con gestiones diplomáticas, Washington trató de impedir la legitimación de los separatistas de Osetia del Sur y Abjazia, que han sido reconocidos como Estados por Rusia, Nicaragua, Venezuela y la isla de Nauru. Los estadounidenses frenaron el "reconocimiento en cascada" tan temido por Tbilisi, pero no pudieron impedir que Irán incrementara su influencia en la estratégica zona del Cáucaso, donde Washington compite por afianzarse con los herederos del imperio Ruso, el Otomano y el Persa. Tras la llegada de Barack Obama, la Casa Blanca predica la doctrina de "la razón sobre la fuerza bruta" y la "paciencia estratégica" a los georgianos, que desde la perspectiva de Moscú fueron incitados por George Bush a su acción militar.

Georgia insiste para que EE UU le venda armas sofisticadas y dé luz verde a su ingreso en la OTAN. Los diplomáticos norteamericanos discrepan al tratar de conciliar estas peticiones con el objetivo del presidente Obama de renovar su relación con Rusia.

Georgia plantea un problema de imagen a Washington, que rechaza la tesis rusa de las "esferas de influencia" en el espacio postsoviético. Si los países de esta zona, -de Bielorrusia a Kirguizistán- perciben que la Casa Blanca se desentiende del Cáucaso y Asia Central, concluirán que es más arriesgado cooperar con EE UU que colaborar con Rusia, afirmaba el embajador en Tbilisi, John F. Tefft.

"Si avanzamos hacia una más sólida relación militar con Georgia que no esté cuidadosamente calibrada, peligrará nuestro esfuerzo por reiniciar nuestras relaciones con Rusia", escribía el embajador en Moscú, John R. Beyrle.

"Si permitimos que Rusia dicte el ritmo de nuestro compromiso militar con Georgia, parecerá que la recompensamos [a Rusia] por su comportamiento", y "podría ser solo una cuestión de tiempo" antes de que Moscú repita la "agresión", "en Ucrania o en otro lugar", terciaba Tefft. Este diplomático quería que Washington accediera a suministrar "nuevos sistemas defensivos letales", equipo antitanque y antiaéreo, para "defender Tbilisi durante 72 horas". Si EE UU no le vendía el armamento, Georgia intentaría conseguirlo "en otras partes, como hizo en el pasado". Efectivamente, Polonia vendió a los georgianos los sistemas antiaéreos portátiles (Manpads) que la secretaria de Estado Condoleezza Rice le había negado.

Los portavoces rusos insisten en que Tbilisi se rearma gracias a los países occidentales y Ucrania. Los documentos secretos parecen darles la razón. Los intermediarios de la venta de armas norteamericanas se llevan comisiones leoninas. Por una licencia valorada en casi 70.000 dólares, Paz Logistics (una empresa con sede en Israel) cobró casi 300.000 dólares a los georgianos, y por otra de unos 477.000 dólares cargó más de un millón de dólares, según informaba la embajada en agosto de 2009. Había otros casos en los que Paz Logistics "hinchó los precios" del armamento al Gobierno de Georgia y "animó a disfrazar su uso final", según la Secretaría de Estado en Washington, que inquirió sobre un pedido de 5.000 granadas tipo M4331 de 40 mm por 205.000 dólares, que la empresa Martin Electronic de Florida planeaba vender a Georgia por medio de Paz Logistics. En agosto de 2009, el viceministro de Defensa, Otra Berdzenishvili, responsable de la política de compras, explicó que no le importaba el precio cargado por Paz Logistics, ya que el material comprado era de "alta prioridad".

Georgia ha adquirido armas a EE UU con ayuda de Ucrania. En el verano de 2009, el ministerio de Defensa de Georgia confirmó haber realizado pedidos de rifles y lanzagranadas en 2007 y 2008 mediante el intermediario ucraniano Bel Trading and Consulting, domiciliado en las Seychelles. En el otoño de 2009 Ucrania negó estar vendiendo tanques T-84 a Tbilisi, pero en octubre de aquel año un funcionario de la OTAN dijo haber visto un mínimo de 12 tanques T-84 cargados en plataformas en Georgia, según un despacho secreto de la misión norteamericana en la Alianza.

EE UU tiene asesores militares en Georgia y acoge en sus academias a oficiales del Ejército y servicios de seguridad georgianos, pero la preparación de sus protegidos es dudosa. En septiembre de 2009 el jefe de un equipo de inspección de la OTAN decía estar "preocupado" por el "favoritismo y la corrupción en el Ministerio de Defensa" de Georgia, así como por la falta de claridad sobre las funciones y los aspectos "paramilitares" del Ministerio del Interior. A la OTAN y a los norteamericanos les preocupaban también los frecuentes relevos al frente de Defensa, ya que seis ministros "es mucho para seis años". En septiembre de 2009, EE UU recelaba del nombramiento al frente de Defensa de Bacho Ajalia, un ex responsable de prisiones con un dudoso expediente en derechos humanos. Según Saakashvili, Ajalia logró que Georgia tuviera "más éxito contra el crimen organizado que cualquier otro país en la URSS". El informe sobre las lecciones del conflicto de 2008 presentado por el Ministerio de Defensa a requerimiento de la OTAN fue breve y "superficial", lo que hace concluir al encargado de negocios Logsdon que Georgía tenía "un largo camino por recorrer".

Los georgianos tratan de hacerse valer como mediadores e informadores en el entorno postsoviético. Ven su participación en la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) en Afganistán como "una manera de probar" que serán un "miembro útil de la Alianza" y ofrecen a EE UU su territorio y sus puertos. Ante su oferta de acoger presos de Guantánamo, el embajador Daniel Fried les ofreció en 2009 siete "combatientes de bajo nivel de origen tunecino y libio", uno de los cuales "había expresado su deseo de viajar a Chechenia" (territorio ruso limítrofe con Georgia y devastado por dos guerras con los independentistas). Georgia no controlaba sus fronteras y su ministro del Interior, Vano Merabishvili, temía que los presos escapasen. Fried aseguró no querer causar "dolores de cabeza suplementarios" con Rusia y ofreció "un grupo mejor de detenidos", a saber uigures, que Georgia no aceptó por temor a perjudicar su relación con China.

Solo tres países secundaron a Rusia en su reconocimiento de Osetia del Sur y Abjazia. Nicaragua, en septiembre de 2008, y Venezuela y Nauru, en 2009. El temor a que Bielorrusia imitara el ejemplo de Caracas causó "gran agitación" a los georgianos, pese a la advertencia norteamericana contra "una reacción excesiva".

Georgia recurrió a EE UU y a España para "presionar a los Estados latinoamericanos" y evitar que estos siguieran el ejemplo de Venezuela y Nicaragua. Las gestiones tuvieron "éxito", aunque, como advertía el secretario adjunto de Defensa, Alexander Vershbow, Georgia debía entender que Washington tenía "una influencia limitada en algunos países". La Casa Blanca se negó a presionar a Uzbekistán, por ejemplo, por temor a que ello influyera en sus negociaciones sobre las rutas de tránsito hacia Afganistán. Los georgianos no permanecieron de brazos cruzados y en noviembre de 2009 viajaron por Latinoamérica, donde encontraron más apoyo del esperado. Costa Rica, Bolivia, Colombia, Panamá, Brasil, Argentina y Uruguay fueron solidarios con ellos, e incluso Cuba les dijo que no aceptaría órdenes de Moscú, señalan los cables. Los norteamericanos sacaron la impresión de que Ecuador había sido el eslabón más flojo de la cadena.

Georgia también veía peligro en África. A fines de agosto de 2009, el ministro de Exteriores, Grigol Vashadze, creía que Burundi, la República Centroafricana, Guinea Bissau y Malí iban a reconocer a los separatistas y pidió ayuda a Washington y Londres. Vashadze suponía que los cuatro países habían sido "comprados de alguna manera" por Rusia, "con promesas de asistencia o sobornos directos" y temía que Moscú "organizara" esos reconocimientos en la Asamblea General de la ONU, lo que, según él, hubiera sido una "catástrofe absoluta".

Bielorrusia es el principal quebradero de cabeza de los georgianos. De acuerdo con su lógica, si el régimen de Alexandr Lukashenko reconocía a los secesionistas, podría "cambiar el rumbo" en Europa y ser secundados por otros países ex soviéticos. Georgia trata repetidamente de hacerse valer en una mediación entre Bielorrusia y EE UU. En 2009, Saakashvili animaba a Vershbow a ofrecer "zanahorias" al bielorruso. Lukashenko, decía, necesita una alternativa al Kremlin que "le enseñe el camino" hacia la reforma.

Los georgianos consideran que la independencia de Kosovo fue el detonante del reconocimiento de Abjazia y Osetia del Sur por Rusia. En una reunión con una alta funcionaria del Departamento de Estado, Saakashvili contó que en febrero de 2008, el entonces presidente de Rusia, Vladímir Putin, le dijo que "se preparara" porque "estaba claro que Occidente se disponía a reconocer a Kosovo". Según los despachos, Putin habría indicado que si Georgia renunciaba a la OTAN, tal vez Rusia no reconociera a Abjazia y Osetia del Sur.

Los norteamericanos recelaban de las relaciones económicas de Georgia con Irán. En julio de 2009, su embajada en Tbilisi advirtió al Gobierno georgiano de las "consecuencias negativas de aceptar inversiones iraníes en el sector de la energía hidroeléctrica". Georgia había garantizado que no emprendería nada en Irán sin el beneplácito estadounidense, pero en enero de 2010, los norteamericanos creen que Tbilisi quiere mejorar sus tensas relaciones con Teherán, por "temor al reconocimiento iraní de Osetia del Sur y Abjazia" y por miedo a que Irán desarrolle relaciones económicas e invierta en Abjazia. "A medida que los iraníes presionan más fuerte, reconociendo la extrema preocupación georgiana sobre integridad territorial, al gobierno le será cada vez más difícil encontrar un equilibrio entre los intereses en conflicto", afirma la embajada en Tbilisi.

Durante una visita del viceministro de Exteriores, Alexandr Nalbandov, a Teherán, los georgianos creen detectar una complicidad entre iraníes y rusos. Estos habrían alarmado a los iraníes al decirles que el acuerdo de asociación estratégica entre EE UU y Georgia tenía un "protocolo secreto". Los iraníes, sin embargo, desconfían de Rusia y de Turquía y ven las propuestas de Ankara sobre el Caúcaso como una amenaza a su liderazgo en la región.

Los georgianos culpan a Rusia del desmembramiento de su Estado y desdeñan los argumentos de abjazos y osetios. Pero los independentistas tienen sus simpatizantes. En Turquía viven seis millones de circasianos, descendientes en su mayoría de los pueblos autóctonos del Cáucaso (emigrados tras la conquista rusa en el siglo XIX). Cerca de medio millón son de origen abjazo y, en opinión de EE UU, limitan la capacidad de Turquía para aislar a Abjazia. Invitados por los turcos a una reunión de ministros de Defensa del mar Negro en marzo de 2009, los georgianos piden consejo a Washington y le envían el borrador del futuro comunicado y la lista de participantes en el evento. La embajada recomienda a Georgia participar en la reunión, ya que, alega, a Georgia no le conviene ser vista como el único país del mar Negro que rechaza la cooperación.

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Hillary Clinton y Mijail Saakashvili, presidente de Georgia, ayer en Astaná.
Hillary Clinton y Mijail Saakashvili, presidente de Georgia, ayer en Astaná.REUTERS
El barrio judío de Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, fue el que más sufrió durante la guerra con Georgia en agosto de 2008.
El barrio judío de Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, fue el que más sufrió durante la guerra con Georgia en agosto de 2008.DMITRI JRÚPOV

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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