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La cultura y la crisis económica

Cerrojazo en Chillida-Leku

El museo con el legado del escultor dejará de funcionar el 1 de enero por falta de dinero

El cierre del museo Chillida-Leku ha sido la crónica de una agonía anunciada. Dos meses y medio después del décimo aniversario de la inauguración del museo el 17 de septiembre de 2000, la "utopía" que perseguía el escultor vasco Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) de trasladar su obra a "un espacio vivo, un lugar de encuentro de las artes abierto al mundo" se desvanece de un plumazo estrangulada por un expediente de regulación de empleo -que afectará a los 23 empleados que actualmente trabajan en el centro- y el cierre de sus puertas a partir del 1 de enero. En el museo, gestionado exclusivamente por el patrimonio familiar de uno de los artistas más importantes del siglo XX, hace tiempo que no salían las cuentas.

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Con el acta de defunción aún caliente, el Gobierno vasco señaló ayer que lleva un año en contacto con la familia Chillida para buscar fórmulas de continuidad para el museo. El Ejecutivo vasco propone, con el apoyo de las demás instituciones, varias fórmulas de gestión alternativas que obligarían a cambiar el modelo actual y una posible intervención en la propiedad patrimonial de Chillida-Leku, que en estos momentos estudian los hijos del escultor vasco.

"Se veía venir y no nos ha pillado de sorpresa, pero no deja de ser una noticia negativa. Llevamos tiempo hablando con la familia para ver cómo se pueden cuadrar las cuentas y cómo pueden entrar las instituciones para formar parte del patrimonio de Chillida-Leku", explicaba ayer a EL PAÍS el viceconsejero de Cultura, Antonio Rivera.

El museo, ubicado en Hernani (Guipúzcoa), y gestionado por la familia a través de una sociedad limitada sin aportaciones públicas, llevaba años trasladando a las instituciones la necesidad de ayudas para garantizar la supervivencia del museo. Pero la crisis dificulta sellar acuerdos.

El cierre anunciado ayer por la familia Chillida a través de un escueto comunicado que no han querido ampliar con declaraciones a la prensa está motivado por la situación de "déficit recurrente que padece y que se ha visto agravada por la crisis económica".

En 2005, Luis Chillida, director del museo y uno de los ocho hijos del escultor vasco, planteó la necesidad de ir de la mano de las instituciones públicas para rentabilizar el sueño de Chillida. "Sacar adelante el proyecto de nuestro padre ha sido una locura muy bonita, pero nos preocupa cómo mantenerlo", reflexionaba hace dos meses el responsable del museo. En estos diez años, el centro ha recibido 810.000 visitantes, una media de 80.000 al año, aunque en los últimos ejercicios se redujo a 60.000. La mayoría de ellos provienen de fuera del País Vasco; hasta un 89% entre personas de otras comunidades autónomas y del extranjero.

No es fácil darle la vuelta a un modelo de gestión privado como el que desarrolla Chillida-Leku. La dirección del museo está abierta a un acuerdo que respete las condiciones que considera imprescindibles para asegurar la continuidad del proyecto tal y como lo definieron en su día Eduardo Chillida y su mujer, Pilar Belzunce.

La concepción museística del templo de Chillida, como un espacio abierto con obra monográfica y gestionado por la familia a voluntad del escultor, obliga a cuestionarse el modelo de gestión y la implicación que tendría la entrada de instituciones públicas. Chillida-Leku hace tiempo que decidió dar un paso adelante y "afrontar nuevos retos ambiciosos" dando paso a exposiciones de otros creadores. Pero este camino requiere nuevos espacios. Para la familia Chillida, el caserío Zabalaga es un lugar "demasiado íntimo" y no reúne las condiciones necesarias para acoger obra plástica.

De momento, el museo continuará con sus actividades paralelas como la conservación del patrimonio artístico del autor y exposiciones nacionales e internacionales.

Chillida-Leku bajo la lluvia, en una fotografía tomada ayer en el museo al aire libre situado a las afueras de San Sebastián.
Chillida-Leku bajo la lluvia, en una fotografía tomada ayer en el museo al aire libre situado a las afueras de San Sebastián.JESÚS URIARTE

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