Anoche soñé que Víctor Erice veía fantasmas

Es una lástima que Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas haya ganado la Palma de Oro del pasado festival de Cannes. Por un lado, la película ha visto multiplicada su expansión por todo el mundo, y como el mismo Weerasethakul explicaba en Sitges, el cineasta tailandés podrá realizar el siguiente proyecto en el tamaño que quiera. Felicidades. Por otro, una película pequeña, para degustar con tranquilidad, colocada en ese altar provoca en muchos la inmediata reacción del apedreamiento. Tío Boonmee... sabe transitar entre el lirismo y el apego a la tierra; entre los fantasmas del más allá y la narración mágica, y el dolor que provoca saber que se acerca tu muerte y nunca volverás a disfrutar de esos olores, sabores, conversaciones y personas cercanas que son el combustible que muchos necesitamos para (sobre)vivir.

Weerasethakul ha cogido un guión ajeno y lo ha poblado de las criaturas mágicas que le alegraron la infancia -una niñez, por cierto, marcada por el cine de Hollywood y personajes como Indiana Jones-. Bien por él: entender que el cine tiene sus cimientos en la ensoñación de los viejos recuerdos, que las emociones cinematográficas son bidireccionales y que el público debe participar en el filme tanto como el director, le aleja de engreídos y pazguatos intelectualoides. No sé si Weerasethakul conoce a Víctor Erice, pero si pudiéramos registrar los sueños del cineasta de El espíritu de la colmena, esas imágenes no andarían muy lejos de los espectros que el tailandés resucita en la pantalla.