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Crítica:BALLET | Compañía Nacional de Danza
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Acerca de la convicción

Como decíamos anteayer, la convicción hace gran parte del trabajo de transmisión entre el bailarín y el público, es la biela que provoca una amplificación de la acción bailada. Mientras los muchachos de la CND2 mostraban su convencimiento, su entrega en Jardi tancat y todo el elenco de White darkness daba una lección magistral de excelencia y de eso, convicción en lo que se hacía, con Noodles no ocurría nada parecido.

Una serie de escenas bufas y desganadas componen un fresco en déjà vu que aniquila las leyes del teatro. Noodles comienza con unas palabras que trivializan de manera bastante impertinente la situación actual del conjunto; luego el desmelene catártico, que probablemente allá por 2001 cuando se estrenó en Suecia tenía algún que otro sentido, ahora resulta una obviedad majadera. La atmósfera de mercadillo de segunda mano pasa del vestido al movimiento. Se salvan dos escenas, un trío masculino con sofá y un ensemble con acordeón, que al final hace el mismo efecto que la gaita escocesa en un funeral: quieres que se acabe ya.

Noodles

Coreografía: Philippe Blanchard; música: Philippe Boix Vives.

'Jardi tancat': Duato/Maria del Mar Bonet. 'White darkness': Duato/Karl Jenkins.

Compañía Nacional de Danza. Teatros del Canal. Hasta el 14 de noviembre.

Escenas bufas componen un fresco que aniquila las leyes del teatro

Esa vacuidad extendida a lo largo de una hora, improductiva y mortificante, es una respuesta ríspida a la quimera de una compañía mixta (suena a que hablamos de ensalada) y atiza una bizantina polémica.

El programa se completó con las dos coreografías de repertorio de dos etapas diferentes del coreógrafo valenciano. Jardi tancat (que fue su primera creación y ganadora de un premio en Colonia) responde a una más luminosa, ligada a la tierra, basada en movimientos orgánicos, circulares y de clara apoyatura rítmica en una música si bien intrascendente, de melodías de aires folclóricos, muy efectiva a la intención coréutica.

La segunda obra, White darkness responde como carga de profundidad a un propósito estilístico claro: el neotenebrismo que ya estaba en boga. En White darkness, una de las mejores de su creador, se compendian ambas estéticas (casi un resumen de vocabulario) sobre un presupuesto argumental tocado tangencialmente, como para no romper la decoración con nada altisonante, a pesar de tratar un tema espinoso en sí mismo. Ese cierto esteticismo, que no es otra cosa que el refugio formal de los creadores alrededor de un ámbito de expresión, un marco electivo, concede una cierta gravedad al discurso, una comprensiva aceptación que la música del galés Kart Jenkins (que debe su fama al fondo sonoro de anuncios publicitarios y a una sintonía que acompaña a los diamantes De Beers), también grave, logra compactar. Luisa María Arias se convirtió en protagonista absoluta de la noche con su manera de entrar en el protagónico de la obra. Más de la mitad del público abandonó la sala tras Noodles. Una pena, debieron esperar, se perdieron lo mejor, lo que venía después.

Ahora lo importante es que estas dos buenas coreografías del repertorio de la CND se preserven, se sigan reponiendo con rigor y se asienten en su valor patrimonial (que lo tienen) para la danza española, algo que, con seguridad, no ocurrirá con Noodles, desde ya mismo prescindible.

Liuva Horta, en un momento de <i>Noodles.</i>
Liuva Horta, en un momento de Noodles.FERNANDO MARCOS
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