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Reportaje:MEMORIA HISTÓRICA

Adiós Calabria, muero por España

Cosimo Pirozzo perdió la vida luchando contra los franquistas. Es la otra cara de Rosarno, pueblo del capo dei capi de la mafia calabresa

El olor de las naranjas volverá pronto a impregnar el aire en Rosarno. El pueblo del capo dei capi de la mafia calabresa se prepara para la nueva estación de los cítricos, diez meses después de la "rebelión de los negros". Nada ha cambiado desde la revuelta que en 48 horas de enero llevó a este rincón del sur de Italia a la crónica internacional, cuando centenares de subsaharianos se echaron a la calle para protestar contra las condiciones inhumanas a las que estaban sometidos. Los inmigrantes, expulsados a golpes, volverán para llenar los huecos de una economía enferma, dominada por la 'ndrangheta, la organización criminal más poderosa de Europa. Volverán para recoger las naranjas amargas de Rosarno.

La policía fascista consideraba a Cosimo un joven 'extravagante'. Les parecía raro que charlara con obreros y campesinos

Pero aquí no todo fue siempre mafia y omertà. Mucho antes de que la policía italiana detuviera en Rosarno al jefe de la 'ndrangheta, Domenico Oppedisano (en julio pasado), hubo gente que no se conformó. Como Cosimo Pirozzo, un joven culto, descendiente de una familia de terratenientes, en el siglo pasado. Un informe de la policía fascista lo describe en 1936 como "extravagante" y explica que el joven "ama quedarse charlando con elementos de la clase obrera y campesina a los que comenta las noticias de los periódicos". Con 24 años, Cosimo fue a luchar contra las tropas de Franco junto a los anarquistas de la Columna Ascaso en el frente de Aragón."Se peleaba siempre con mi abuelo. Le reprochaba que les hiciera trabajar demasiado. Mi padre nunca hablaba de él". Bruno Pirozzo es el único sobrino de Cosimo que aún vive en Rosarno. Su tío, el más pequeño de los siete hermanos de la familia Pirozzo, le contó lo que sabe de Cosimo. Con una carrera de letras en el bolsillo, el joven abandona Rosarno y llega a Francia en la primavera de 1936. El 18 de junio, un mes antes de la sublevación militar de Franco, Pirozzo participa en París en una reunión anarquista. La policía italiana le sigue el rastro y notifica su presencia en España en noviembre.

"Certificamos que el compañero es un militante conocido del movimiento antifascista italiano, y le recomendamos a fin de que os hagáis cargo de él con toda confianza". Estas líneas en una hoja del Comité Anarquista Italiano Pro España, fechada en París el 28 de octubre, fueron el salvoconducto de Pirozzo para llegar a Barcelona a la sede de la sección italiana del sindicato anarquista de la CNT-FAI. El papel se encuentra en una pequeña carpeta de cartón con el nombre de Pirozzo escrito con tinta negra y buena grafía, guardado en el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca.

En la carpeta hay también una ficha de cartón con los datos del joven. Italiano, estudiante, soltero, 24 años, Rosarno, anarquista. Y varias fechas: 29 de octubre de 1936, el día de la llegada a Barcelona. El 4 de noviembre, el mismo día en que la CNT entra en el Gobierno de Francisco Largo Caballero, él sale de la ciudad para dirigirse al frente de Aragón. Pirozzo formó parte de la sección italiana de la Columna Ascaso, el grupo de milicianos, en su mayoría anarquistas, que luchó en el frente de Huesca, y cuya memoria se esfumó en beneficio del más conocido Batallón Garibaldi. Según el historiador italiano Enrico Acciai, unos 650 de los 4.000 italianos que lucharon en el bando republicano pasaron por la columna. El cuartel de la Ascaso estaba en Vicién, un puñado de casas en medio del campo, a nueve kilómetros de Huesca. Allí fue enviado Pirozzo.

Su familia no supo nada de su peregrinaje hasta mucho tiempo después. "Ahí estudiaba mi tío. Y estudiaba tanto, que para que lo dejase había que apagarle la luz", cuenta Bruno mostrando con el dedo un rincón de la casa de sus abuelos. El edificio está a pocos metros de la Piazza del Duomo, en el centro de Rosarno. Para llegar hay que atravesar el pueblo. Llaman la atención las casas acabadas a medias, el primer piso terminado y los pilares levantados para el segundo, los ladrillos a la vista. De los callejones salen coches de lujo, rastro de la riqueza escondida detrás de la grisura del hormigón.

En Rosarno se respira un ambiente tenso, cargado.

"¿La plaza Duomo?", pregunta el forastero a un vecino que le indica la dirección al instante. Pero cuando pretende averiguar dónde se encuentra la casa de Cosimo, el hombre, sin dejarle terminar la pregunta, le da la espalda y se va, mientras replica: "No sé nada, no lo sé".

"La gente tiene miedo. Rosarno sufre la presencia de organizaciones criminales". Giuseppe Lavorato sabe de lo que habla. Militante y diputado nacional con el Partido Comunista, fue alcalde de la localidad calabresa desde 1995 hasta 2003, y representó al Ayuntamiento en un juicio contra la Mafia. Desde los años setenta ha estado en el punto de mira de los clanes. Ha pagado un tributo muy alto: el 11 de junio de 1980, su amigo Peppe Valarioti murió en sus brazos asesinado a balazos mientras celebraban una victoria electoral, tras una campaña en la que habían echado un pulso a los clanes. Peppe era más que un compañero de lucha, era su "hijo político". La herida aún duele, pero Lavorato nunca se ha rendido. Tampoco cuando hubo que defender a los inmigrantes. Cuenta que para sensibilizar a la población se dejaba ver con los jornaleros en una de las plazas del pueblo. ¿Igual que Pirozzo? "Me inspiré en él".

Cuando llegó a la alcaldía, decidió que la historia de aquel joven tenía que ser recordada en un pueblo que necesitaba ejemplos. Un abogado de la zona, Antonio Orlando, recuperó toda la documentación disponible en el Archivo de Estado italiano. Un artículo aparecido en febrero de 1937 en el periódico anarquista Guerra di Classe cuenta cómo murió: el 12 de enero, un grupo de milicianos, entre ellos Cosimo, se encarga de reparar una carretera en Huesca. Los franquistas disparan granadas de fragmentación. Una de las esquirlas hiere a un voluntario de la Ascaso. Pirozzo se ofrece para llevarle al hospital de sangre. Poco después, otra granada le da de lleno y le mata.

"Contactamos con los españoles para intentar recuperar sus restos. Nos dijeron que el cementerio de Vicién donde le enterraron había sido destruido", cuenta Lavorato. Ahí acabaron las investigaciones. En Vicién, la memoria del paso de la Columna Ascaso se esfuma a medida que desaparecen los que fueron testigos de aquella experiencia. Paco Ibor tiene 86 años; en el invierno de 1937 tenía 12. El hombre señala la casa donde se alojaban los italianos, en la única plaza del pueblo. Al preguntarle si recuerda el funeral de un voluntario italiano, contesta: "No he visto nunca un entierro como aquel. Estaba lleno de milicianos con sus banderas". Dice que había siete ataúdes y que fueron enterrados en el cementerio que aún existe y no en el que fue destruido. No hay manera de comprobarlo. En los registros de defunciones de Vicién falta toda la documentación entre 1936 y 1939.

"No importa. No se iba a hacer nada en cualquier caso. El último de sus hermanos dijo antes de morir que los restos debían dejarse donde Cosimo falleció", dice Silvana, la mujer de Bruno Pirozzo. Fuera de la casa natal de Pirozzo, una placa homenajea al joven que hablaba con los jornaleros. El ex alcalde Lavorato la puso allí para recordar que Rosarno "no es el pueblo de la Mafia. Es el pueblo de Cosimo Pirozzo, es el pueblo de mi amigo Peppe Valarioti...". Cuando lo dice, la emoción es tan grande que le tiembla la voz. La memoria de la otra Rosarno está en el nombre de un joven que con 24 años dejó su pueblo por la utopía de la libertad.

Milicianos de la Columna Ascaso, en Banastás (Huesca), en  1937.
Milicianos de la Columna Ascaso, en Banastás (Huesca), en 1937.KATI HORNA-CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA

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