Optimismo socialista
Frenado el desánimo, el cambio de Gobierno tendrá que valorarse en su acción contra la crisis
La remodelación de Gobierno realizada esta semana ha permitido a Rodríguez Zapatero cambiar el ánimo del Comité Federal de los socialistas reunido ayer. Los barones territoriales y los principales dirigentes aguardaban este gesto como paso imprescindible para afrontar con tiempo y en mejores condiciones las próximas citas electorales. Aunque los pronósticos siguen siendo adversos, especialmente en Cataluña, el estado de ánimo de la dirección socialista parece haber experimentado un vuelco que, por otra parte, confía en ser capaz de trasladar a su electorado. Además, Zapatero se reservó para el Comité Federal el anuncio de una nueva agenda social con la que tratar de aminorar los daños provocados por el giro en la política económica, con especial insistencia en la situación de los parados de larga duración.
Los socialistas han logrado retomar en pocos días una iniciativa política que, paradójicamente, no se encontraba en manos del Partido Popular, confiado en que el desgaste del Gobierno y de su presidente era la mejor estrategia para llegar a La Moncloa. Las próximas semanas serán decisivas para saber si consiguen conjurar la indiferencia e, incluso, el rechazo que la parálisis de Zapatero había generado entre sus votantes. La cuestión está en saber si el desgaste ha sido irreversible o, por el contrario, disponen de margen suficiente para evitar lo que se perfilaba como un inexorable calvario de derrotas sucesivas hasta las elecciones generales.
La insistencia de Zapatero en la necesidad de comunicar mejor la acción del Gobierno, reiterada en la reunión de ayer, puede resultar contraproducente: si algo le reprochan los ciudadanos es que se haya preocupado más de la imagen que de la dura realidad que atraviesa el país. El optimismo que respiraron ayer los dirigentes socialistas se refiere a sus propias expectativas para conservar el apoyo electoral, no a la evolución de la crisis. Y es en la acción contra la crisis, y no tanto contra un Partido Popular sumido en el silencio, donde se tendrán que valorar los efectos del cambio de Gobierno y del nuevo impulso que ha propiciado en las filas socialistas.
Al recuperar la iniciativa política, Zapatero ha logrado cerrar momentáneamente las fisuras que comenzaban a abrirse en el PSOE, multiplicando las posibilidades de derrota en las próximas citas electorales. Pero esto es solo la mitad del problema; la otra mitad reside en elaborar un discurso sobre el que apoyar las nuevas medidas que el Gobierno tendrá que abordar en un breve plazo. Como quedó patente en el Comité Federal, Zapatero ha logrado contener el desánimo que cundía entre los suyos y obtener una nueva oportunidad. El riesgo no reside solo en que vuelva a dilapidarla sacrificándolo todo a la imagen, sino en que pierda de vista que el desánimo que tiene que vencer no es el de sus correligionarios, sino el de los españoles golpeados por la crisis.
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