Sobre 'Cabo Trafalgar'
Arturo Pérez-Reverte nos lleva ahora a una batalla naval de hace dos siglos, frente a Cádiz. Cabo Trafalgar es un episodio de valientes a pólvora y cuchillo, a bordo del Antilla, uno más entre "sesenta navíos, cinco mil novecientos cuarenta cañones, cuarenta mil hombres arrimándose candela", en pleno caldo caótico y en ebullición, un solo día definitivo, histórico y legendario, el 21 de octubre de 1805. El genio de Pérez-Reverte es cinematográfico, recurre a herramientas del cómic, de la pantalla y la viñeta, pero yo diría que es ante todo verbal: soltura y arrogancia regocijantes, sabiduría para atrapar en las páginas color y ruido, movimiento, zafarrancho de combate. Su lenguaje es inmediato, real, físico, desde el color de los buques y los uniformes militares al blanco de una cara muerta de miedo, mientras retumba el mundo, onomatopéyico, barcos que crujen, tambores, cañonazos, cuchilladas y roce de pies sobre cubierta, literatura resonante y visiva, con los sentidos abiertos.
La novela es un episodio de valientes a pólvora y cuchillo
Los navíos son de otra época, pero las pasiones siguen siendo las mismas
La flota francoespañola se enfrenta a los imbatibles ingleses del vicealmirante Nelson, y pelean también los marineros de Cádiz, chusma infame y desesperada de pavor, reclutada a la fuerza, "hombres de hierro en barcos de madera". Y en la historia cabe la imaginación, porque entre 40.000 aspirantes a muerto anónimo algún personaje imaginario puede colarse, perdurablemente vivo y verdadero en la fábula. Son criaturas que sienten miedo en primer plano, y en primer plano pelean, se enfangan en sangre ajena y propia, matan y mueren, solos. En este Cabo Trafalgar cabe un barco entero, imaginario, el Antilla, de 64 cañones. Lo esencial es la verdad de la palabra certera, la felicidad de nombrar las cosas humanas: el tipo exacto de cada embarcación, el nombre de cada cuerda y cada trozo del buque, el babel total de la batalla.
Los navíos y el armamento, son de otra época, pero las pasiones siguen siendo las mismas pasiones de hoy. Las palabras que cuentan el viejo combate, su emoción, son las nuestras. Lo extraordinario se vuelve próximo y, de pronto, en la guerra de 1805 suena la canción de una película de Walt Disney o se cita un rock famoso en 1960, y se castellanizan, o lo que sea, el francés, el inglés y el italiano, y se afrancesan las jergas gaditanas en falsas imitaciones hilarantes. Palabras callejeras, cotidianas, coloquiales, comunes, de hoy, suenan con justicia plena en Trafalgar, hace dos siglos. La descripción de la pelea sangrienta no es documental ni monumental: es emocionante. Y la risa surge en medio del horror, imponiendo distancia e intimidad a la vez. Lo heroico se humaniza a través de la caricatura, como si la visión heroica fuera también una visión caricaturesca del mundo.
A Arturo Pérez-Reverte le interesa la soledad de cada uno entre la multitud de condenados a morir, cuando la realidad se convierte en enemiga. Un clásico del siglo XIV vio que la vida es poca y peligrosa. "El mundo es un sitio inseguro y problemático", dice un personaje de Pérez-Reverte, no sé si en Trafalgar o ahora mismo, aquí. Toda batalla perdida tiene una especial potencia simbólica, porque esconde el presentimiento de que, a la larga y a fin de cuentas, la pelea decisiva acabará en fracaso. En las novelas históricas de Pérez-Reverte el dilema no se plantea entre el bien y el mal, sino entre sobrevivir y morir, o, con más precisión, entre vivir dignamente y vivir sin dignidad. Esta manera de aproximarse a la historia produce un efecto moral: significa que, en los dos sitios, en el pasado y en el presente, el mundo es el mismo, es decir, primitivo, viejo, de valientes forzosos con algo de neurótico y alucinado, con algo de espanto y amargura y sorna ante la nada absoluta y valiosísima que somos. Son hombres, en el fondo, de una insatisfacción mortal, de una desesperación que es también una forma de resignación. Luchan, juran y perjuran, caen, incluso triunfan. Tienen un sentido de la tragedia que, en los mejores momentos, "bajo el fuego, cuando todo se vuelve tan simple como pelear para seguir vivos", resulta ser un sentido del humor contundente y extremo.
Mañana viernes, Cabo Trafalgar, por 7,95 euros, con EL PAÍS.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.