La policía se rebela contra Rafael Correa
Los agentes cierran el aeropuerto de Quito y retienen 11 horas al presidente en un hospital - Los militares liberan al mandatario tras enfrentarse con los sublevados
La rebelión de la policía ecuatoriana contra el presidente Rafael Correa desató ayer la protesta más violenta vivida por el país desde el derrocamiento de Lucio Gutiérrez en 2005. La revuelta prendió como la pólvora desde Quito hacia el resto del país y puso en jaque a todo el Estado. Los policías, apoyados por algunos militares, cerraron el aeropuerto de la capital, tomaron el Parlamento y retuvieron al presidente durante 11 horas, hasta que las Fuerzas Armadas le liberaron tras enfrentarse a tiros con los sublevados. Todas las imágenes recordaron los levantamientos populares que acabaron con el mandato de ocho presidentes entre 1997 y 2007, cuando Correa llegó al poder.
Los policías se rebelaron contra una nueva ley que les recorta sus beneficios salariales, pero Correa no tardó en calificar la sublevación de asonada para derrocarle. El presidente denunció un "intento de golpe de Estado" por parte de la oposición y añadió que la sublevación de las fuerzas de seguridad era "una conspiración que se ha venido preparando desde hace tiempo".
El Gobierno decretó el estado de excepción en todo el país
Correa intentó zanjar la crisis desde primera hora acudiendo al principal cuartel policial de Quito para negociar directamente con los policías. Les recordó que les había mejorado los sueldos más que nadie. Pero los policías le gritaron "mentiroso, mentiroso". En un clima de creciente tensión y forcejeos, Correa perdió los papeles y desafió a los agentes: "Señores, si quieren matar al presidente, aquí está, ¡mátenlo!, si les da la gana, ¡mátenlo si tienen valor! Pero seguiremos con una sola política de justicia y dignidad".
Los policías intentaron retenerle para forzar la negociación y le arrojaron gases lacrimógenos, pero la escolta logró rescatarlo y llevarlo nada menos que al Hospital de la Policía para que fuera atendido de las heridas sufridas -sobre todo en una rodilla- durante la evasión del cuartel. Desde allí, rodeado por los agentes, el presidente habló por teléfono con varias cadenas de radio.
El presidente hizo un "llamamiento a la calma" a los ciudadanos y aseguró que estaba dispuesto a perder su vida, porque después de él "vendrán miles de correas más" y "miles de revolucionarios". El presidente permaneció retenido toda la tarde en el hospital, mientras sus seguidores marchaban al Palacio de Carondelet para apuntalar al Gobierno. Cientos de personas acudieron al hospital para rescatar al mandatario. Los policías sublevados intentaron dispersarles con gases lacrimógenos y la situación degeneró en choques. El ministro de Asuntos Exteriores, Ricardo Patiño, resultó herido en una agresión. Sobre las 9 de la noche hora local, las 4 de la madrugada en España, cuerpos de las Fuerzas Armadas leales al presidente se enfrentaron a tiros con los rebeldes en los alrededores del hospital, penetraron en el centro y sacaron al presidente -en silla de ruedas y con máscara antigas- tras 11 horas de cautiverio. El Gobierno informó de que al menos una persona murió por la violencia y otras 50 resultaron heridas.
Ya muchas horas antes el Gobierno había decretado el estado de excepción por al menos una semana en todo el territorio y delegar en las Fuerzas Armadas la seguridad interna del país. Desde el primer momento, el alto mando militar manifestó su defensa del presidente, aclarando que solo pocos militares apoyaban la revuelta policial.
A lo largo del día, representantes de los rebeldes intentaron negociar con Correa, pero el mandatario rechazó el diálogo mientras no se disolviera la protesta. Tras ocho horas de clausura, el aeropuerto de Quito fue reabierto a última hora de la tarde.
Correa recibió el apoyo unánime de la comunidad internacional. España, EE UU y los demás países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) lo respaldaron sin fisuras. Inmediatamente se convocaron reuniones urgentes de la OEA y Unasur. Todos tienen en mente el derrocamiento del mandatario hondureño Manuel Zelaya en 2009, que elevó la tensión en la región a niveles no vistos desde la época de las últimas dictaduras en los setenta y ochenta. Y aunque en Ecuador la situación parecía estabilizada desde la llegada al poder de Correa en 2007, la feroz lucha por el poder mantiene al país andino sobresaltado.
De todas las agresiones que Correa sufrió ayer, las que quizá más le irritaron fueron los gritos que escuchó en el cuartel policial en favor del ex coronel Lucio Gutiérrez, el gran enemigo político de Correa desde que el actual presidente participó activamente en 2005 en la revuelta contra el ex militar. El partido de Gutiérrez es la segunda fuerza política de la Asamblea ecuatoriana.
Y la respuesta de Lucio Gutiérrez no se hizo esperar. Desde Brasilia, declaró a una emisora de radio: "El único responsable del caos que tenemos actualmente en el Ecuador es el Gobierno abusivo, corrupto, prepotente de Correa, que viola permanentemente los derechos de los ciudadanos, que no permite que haya fiscalización, que no permite que en la fiscalía se investiguen las denuncias de los posibles vínculos de su Gobierno con las FARC". Dicho esto, pidió elecciones anticipadas.
"La situación es muy delicada en Ecuador. Y no solo a raíz de la revuelta policial, hay muchos otros frentes abiertos. No me sorprendería que en breve el presidente Correa disuelva el Parlamento y convoque elecciones", comentó ayer el periodista Pablo Villasis, del portal Ciudadanía Informada. El Gobierno ya ha sufrido más de un desplante por parte de algunos de sus parlamentarios. Con la Ley de Aguas, Correa perdió el apoyo de gran parte de la comunidad indígena, la de Medios de Comunicación suscitó el rechazo de muchos intelectuales y ahora es la Ley de Servicios Públicos la que subleva a la policía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.