Poesía abisal
Un plano cenital muestra a Machete rebanando cuatro cabezas de un solo tajo; una chica desnuda traiciona al héroe para, acto seguido, sacarse un teléfono móvil de su vagina y llamar a su jefe; el rostro hinchado (¿de anabolizantes o connotaciones trash?) de Steven Seagal asoma por la puerta; una decapitación dramática se resuelve con un evidente error gramatical... No hace falta ir más allá de la secuencia precréditos para que la última película de Robert Rodríguez, codirigida junto al hasta ahora montador Ethan Maniquis, muestre todas sus cartas.
Tampoco hace falta más para que la película segregue, con contundencia, a su público, entre quienes no verán en Machete más que un rutinario ejercicio de estilo basura y quienes se sentirán apelados por, aunque les cueste creerlo, su mayúscula dimensión poética. No duda ni un segundo este crítico en alinearse dentro de este último grupo, porque Machete, en efecto, esgrime con total conocimiento de causa la misma poesía abisal que una portada de prensa sensacionalista mexicana o que las viñetas de los procaces tebeos charros de la editorial Ejea, perlas negras de títulos tan sugerentes como Tierra brava, ¡Así soy...! ¿y qué? o Sensacional de luchas. Machete no es una impostura: es un trabajo tan puro y tan sincero, tan movido por el amor incondicional hacia las zonas umbrías de la cultura popular como la última novela de Hernán Migoya, Quítame tus sucias manos de encima. Por eso, está condenada a soliviantar a quien no formule en similares términos su pasión por lo Z.
MACHETE
Dirección: R. Rodríguez y E. Maniquis.
Intérpretes: Danny Trejo, Robert De Niro, Jessica Alba, Don Johnson, Michelle Rodríguez, Steven Seagal.
Género: acción. Estados Unidos, 2010.
Duración: 105 minutos.
Es un trabajo puro, movido por el amor a las zonas umbrías de la cultura popular
Coda del proyecto Grindhouse (2007), Machete (que allí era un tráiler) se sublima en largo, que reivindica la funcionalidad política de la serie B en nombre de una inédita latin'xploitation. Su argumento aborda la dialéctica norte / sur, de un modo que tiene su correlato en la forma: el desliz ortográfico de serie Z (como los espaldas mojadas de la película) infecta al mainstream (la América blanca) en un recital de virtuosismo basura de alma épica, que alcanza la gloria por el camino de la bastardía.

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