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Crítica:58º Festival de San Sebastián
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Intimismo chino para clausurar el mediocre cine a concurso

Carlos Boyero

Alguien que trabaja en el festival, persona muy sincera en sus gustos cinematográficos aunque no suelen coincidir con los míos y que ha visto anticipadamente la china Addicted to love, me asegura con entusiasmo que es la mejor película que va a ofrecer la ya afortunadamente agonizante sección oficial. A estas alturas de machaque físico y mental, después de haber sufrido en Venecia y aquí toneladas de cine indigerible e inestrenable, en la desolada convicción de que solo podría recomendar con el corazón a los amigos la visión de no más de tres o cuatro títulos, en la certidumbre de que intentaría cambiar de profesión si tuviera que escribir cotidianamente sobre tanto celuloide inútil o siniestro, no ayudaría a levantarme el ánimo ni la promesa de que me espera una obra maestra para clausurar este mes infame.

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Y, por supuesto, Addicted to love es otra cosita tan leve como monótona, un muestrario tedioso y forzado de sentimientos nobles, protagonizada por un jubilado al que ni la atención que le prestan sus hijos logra despojarle del sentimiento de soledad y que reencuentra a la mujer que quiso en su juventud, aquejada de alzhéimer pero todavía capaz de devolverle las ganas de vivir. Es probable que en manos de un director con sentido poético esta temática intimista diera para mucho, pero el chino Liu Hao, alguien que nunca utiliza actores profesionales (imagino que en busca de una dudosa autenticidad), se limita con ritmo cansino a una sucesión de secuencias costumbristas y repetitivas en las que no ocurre nada capaz de conmoverme. Hago memoria de cuántas películas chinas he visto en 25 años recorriendo festivales (algo obligatorio en su programación en nombre de no sé qué extraño concepto del prestigio) y me salen infinitas, pero en el recuerdo se han borrado casi todas. A excepción de algunos admirables títulos de Zhang Yimou y en los últimos tiempos la estremecedora Ciudad de vida y muerte, me resulta imposible conectar con esa sensibilidad cinematográfica, ni cuando van de líricos ni cuando se ponen épicos. El problema debe de ser exclusivamente mío, ya que el cine chino goza de excelsa opinión entre la crítica occidental y los organizadores de festivales. Seguro que hay algo maravilloso que no capto, pero después de un millón de irreprimibles bostezos, ya he renunciado a encontrarlo.

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