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Columna
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Fort Apache' en el metro

Vicente Molina Foix

Cada mañana veo al levantarme el fuerte que ha montado bajo mis ventanas Metro de Madrid. No tiene bandera ni torreón y ni siquiera es de troncos de madera, como los que tanto nos gustaban en las películas del oeste. Se trata más bien de una empalizada de planchas de metal en color blanco y rojo que cubre un largo perímetro de la calle de Francisco Silvela, cuya circulación automovilística lleva así cuatro meses recortada en un 25% de sus vías de superficie.

Sin ser nada bonito, ese fuerte cerrado me ha distraído mucho todo el verano, aunque pocas veces para bien. Casi siempre desierto de fuerzas defensoras, y nunca atacado por las tribus urbanas del barrio, el lugar producía en algún momento ruidos terribles, no todos localizables, pese a que tengo desde mi altura una vista completa de la guarnición. Si yo fuera un apache enemigo de los rostros pálidos metropolitanos, podría abatirlos fácilmente con mis flechas. Algún día he estado tentado: los pocos días y las pocas horas en que esa obra aparatosa, larga, abandonada ahora e inacabada, mostraba ciertos signos de actividad y unos operarios movían una máquina perforadora, otra elevaba vehículos por el aire y entre ellas y ellos armaban un estruendo monumental, que todos los vecinos colindantes esperábamos que acabase un día u otro. Durante el mes de agosto, por ejemplo, casi nunca hubo actividad en la obra, que lleva ahora una semana igualmente inactiva, entorpeciendo de manera notable el tráfico en una de las grandes arterias de la ciudad.

Los comandantes de las empresas involucradas suelen llegar a la obra en coches-diligencia'

Hace poco más de una semana bajé al fuerte en son de paz. Antes me aseguré desde mi promontorio que había dentro del campamento cierta actividad bélica, y de ese modo pude acceder a uno de los soldados de a pie que cruzaba en ese momento la calle partida en dos. El hombre, con un acento que me sonó gallego, contestó amablemente a mis preguntas, mostrando la sorna que el alma galaico-portuguesa ha acumulado después de tantos siglos de estoica resignación. La obra tenía, por supuesto, una finalidad útil, cosa que no parece desde mi atalaya: se trata de reparar y acondicionar la ventilación de la línea 6 del metro, la inmarcesible y ya muy cantada por los poetas línea Circular. Después de oír a mi informador pude, en efecto, comprobar asomado al balcón -sin catalejo- que hay una cavidad rojiza que antes no estaba en el asfaltado de la calle cercada por las planchas.

El operario era sucinto en sus explicaciones, pero mi imaginación, espoleada por los meses de contemplación de ese constructo tan enigmático, tan ruidoso a veces, tan molesto para los conductores que van en dirección sur de la calle, se puso a volar, otra posibilidad que yo tengo en mi altiplano. El pulmón del metro. El alma de la urbe. Los subterráneos de la gran ciudad. Una estética gótica que me hizo recordar algunas novelas londinenses de Dickens, quien siempre tuvo muy buena mano para fundir lo cotidiano con lo siniestro.

"¿Y cuándo acaban?". "Pronto", pero el hombre no daba fechas. Al fin y al cabo él era de infantería; los comandantes de las empresas involucradas (dos más, aparte de Metro de Madrid) suelen llegar a la obra en coches-diligencia, aparcándolos, en una zona de la capital famosa por su dificultad en el aparcamiento, en ese conveniente carril reservado y sin tráfico que queda a ambos lados de la empalizada. Ese "pronto" era muy relativo, supe a continuación: la obra a la que me he referido en términos de western solo es la Fase I del proyecto de ventilación de la línea 6. El año que viene volverán, como las golondrinas oscuras, a pasarse otros cuatro meses, de junio a septiembre, interrumpiendo el tráfico y dando la matraca a los madrileños, que en verano tienen, no se sabe porqué, el capricho de dejar sus ventanas abiertas. Uno piensa en los mineros de Chile; la situación no es la misma, pero ¿por qué Metro de Madrid no sanea la ventilación de un tramo de línea en cuatro meses? ¿Alguien tiene intereses para que el trabajo vaya lento, como yo mismo he podido comprobar, haciéndolo en un eterno part time?

Todo esto sucede en uno de los mejores metros del mundo, según reza el eslogan que también ustedes habrán visto en los cines, en la televisión local y en los paneles abundantes en las estaciones. Un metro que alardea de buen funcionamiento y puntualidad pero que por las noches de cualquier día, incluidos los del fin de semana, hace circular los convoyes a menudo con 15 minutos de (escandaloso) intervalo en sus líneas más céntricas. Un metro que ha incorporado los avances tecnológicos a sus instalaciones: hay pantallas en los andenes con noticias frescas, hay cobertura para que los colgados del aparato no dejen de hablar a gritos por sus móviles, y hay altavoces llamando no a la oración sino a la paciencia, pues lo que vocean son interrupciones o cortes "para mejora del servicio". En Francisco Silvela, por el contrario, yo no diría que la tecnología es punta. Pero así, el año que viene volveremos a hacer el indio.

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