Tampoco es para tanto
Implantarse una oreja en un brazo, como ha hecho el artista multimedia Stelarc, no debe extrañarnos tanto. ¿Quién no ha recurrido a algún tipo de prótesis (física o psíquica)?
Las prótesis, según el señor de la foto (un artista australiano, de nombre Stelarc), no solo sirven para suplir las carencias del cuerpo, sino para multiplicar sus posibilidades. Stelarc se refiere a las prótesis físicas, claro, como la que muestra en su antebrazo. Las psíquicas son más difíciles de fotografiar, pero ahí están para el que quiera verlas. El que tuvo un padre real demasiado permisivo, por poner un ejemplo, quizá se fabrique un padre interno, de carácter ortopédico, que corrija los excesos del de verdad. Tampoco se refiere a las prótesis químicas, de uso general a través de los compuestos farmacológicos y de las drogas, legales o no. ¿Quién no se ha tomado una pastilla para dormir (sueño protésico), o para quitarse el dolor de cabeza (bienestar protésico), o para superar la timidez (euforia protésica), o para provocar una erección (levantamiento protésico)?
¿De qué hablamos cuando hablamos de prótesis? Además de las mecánicas, insistimos, hay multitud de ortopedias mentales. De hecho, somos portadores de multitud de extensiones (¿acaso la tabla de multiplicar no es, en cierto modo, un añadido ortopédico?). En fin, que lo que no es prótesis es plagio. Llevamos tantos órganos artificiales encima que parece mentira que quepamos todos en el metro a las siete de la mañana. Por cierto, que el metro es una prótesis colectiva, pues también el cuerpo social precisa, para su desarrollo, de infinidad de implantes, llámense estatutos, telediarios o mundiales de fútbol. Quiere decirse que la oreja que muestra con pasión Stelarc tampoco es para tanto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.