Tromba de agua en la ciudad de los canales
Muchos no daban crédito, otros se lo tomaban a risa y otros tantos se indignaban. La tromba de agua que abrazó el Lido como si se tratara de un oso hambriento dejó patas arriba el castillo de cartas en el que se alza la Mostra. Fue media horita de furia meteorológica matinal que se zanjó con unos cuantos sustos y una notable impresión de caos organizativo.
A última hora de ayer el lago en que se había convertido la sala de prensa (que se cerró durante buena parte del día) estaba ya más cercano a la normalidad y los periodistas podían volver a la carga después de sentirse huérfanos por un rato. Los bomberos tuvieron que hacer horas extras y drenar cines, hoteles y chiringuitos varios, ante la atónita mirada de los curiosos que desde lo alto observaban a los periodistas intentar acceder a sus zonas habituales con los zapatos en la mano y los pies bajo un palmo de agua. Hasta los leones que adornan la entrada al Casino, recinto donde se celebran la mayoría de los eventos, se vieron sorprendidos por el mal genio de la tempestad y algunos acabaron volando para aterrizar maltrechos un rato después: la escenografía de Dante Ferretti, reciclada una y otra vez en cada edición, ha quedado para el arrastre.
Todo ello en un día en que se repitió la sensación de que la Mostra pierde adeptos a marchas forzadas, algo que ni siquiera Sofia Coppola fue capaz de remediar: en el primer pase de su película, Somewhere, la platea presentaba menos de tres cuartos de entrada. Y ni siquiera era una sala grande.
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