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Reportaje:Próxima estación

Mingitorios bajo tierra

Los otrora famosos urinarios junto a la parada de Urquinaona aguardan un futuro

Hoy han desaparecido casi por completo bajo el asfalto. Consultados al respecto, ni el Ayuntamiento ni la compañía del metro saben si existe todavía un acceso hasta ellos. Como conservados en una crisálida de cemento -pared por pared con los túneles de la parada Urquinaona de la línea 1-, los famosos urinarios que tuvo esta plaza permanecen enterrados y dormidos, ajenos a los cambios que ha experimentado el paisaje circundante en los últimos años.

Cuando en 1883 fue dedicado al obispo Urquinaona, este ya era un lugar en el margen, el último reducto de la burguesía del Eixample a las mismas puertas del barrio Gòtic. Dado su vecindario, se pensó como un enclave de la ciudad moderna, por lo que se instaló una primitiva central telefónica en la casa del marqués de Ciutadilla, esquina con la ronda de Sant Pere. Aunque un buen día de 1890 fue una familia de zíngaros, con sus carromatos y sus borricos, la que vino a mudarse a un piso del número 20, provocando las airadas protestas del resto de la finca. Tras la intervención de la policía, pudo saberse que se trataba de la particular venganza de un antiguo inquilino, que tras un súbito incremento del alquiler, les había cedido su domicilio. Poco más tarde se estrenaban los primeros urinarios exteriores -las conocidas Vespasianas-, que junto a los de La Rambla, plaza de la Universitat y Arc del Triomf serían los primeros que tuvo la ciudad.

Permanecen enterrados y dormidos, ajenos a los cambios que ha experimentado el paisaje
En un tiroteo en 1937 murió un guardia de asalto parapetado a la entrada de los retretes

A principios del siglo XX esta plaza era punto de reunión de excursionistas, que acudían atraídos por la nueva línea de tranvías a Horta. En 1904 abría la central de Correos y en 1918 se decidía soterrar los mingitorios, aunque las obras no terminaron hasta 1920. Disponían de servicios y baños para hombres y mujeres -donde se atendía gratis a gente sin techo-, una peluquería y una centralita de teléfonos con cabinas. Tres años después, en plena época del pistolerismo, a pocos pasos de aquí se produjo el asesinato del industrial Joaquín Albiñana. En aquellas fechas estalló una bomba en los urinarios de Santa Mónica, mientras en los de Urquinaona era detenido un individuo que llevaba encima dos pistolas.

Con la guerra, el lugar pasó a estar dedicado a Ferrer i Guàrdia. A sus aceras se asoman ahora los sindicatos de la confección y la hostelería, así como el Casal del Mestre, desde donde se iniciará la campaña de Ayuda Infantil de Retaguardia. Durante los combates de mayo de 1937 se produjo un violento tiroteo en el que murió uno de los guardias de asalto parapetados a la entrada de los retretes. Tras la contienda, los locales del Casal del Mestre fueron ocupados por la Falange, al tiempo que se reparan los desperfectos sufridos en los lavabos subterráneos. En aquellos años, este se convirtió en punto de reunión para jornaleros y peones de la construcción, que esperaban cada mañana la llegada de los camiones, cuyos capataces decidían quién trabajaba y quién no ese día. Mientras, en 1949 eran arrestadas en sus escaleras dos mujeres que vendían lotería falsificada, localizadas porque el número que ofrecían había resultado ganador. También cambió la clientela del local, comenzando a menudear el público gay.

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En los setenta ya nadie bajaba hasta allí, y en 1984 le hacían la competencia unas nuevas cabinas higiénicas, retiradas en 1992. Para entonces, uno de los pocos evacuatorios todavía en pie seguía siendo el de la plaza de Urquinaona. Pero la escasa afluencia de usuarios y su transformación en epicentro de marginales y toxicómanos originaron el cierre en 1999, y así desapareció todo rastro de lo que fueron unas instalaciones consideradas modélicas en su época. Actualmente, perdida su memoria, los vagabundos y clientes de una cercana discoteca usan estos jardines para hacer sus necesidades, ignorantes de que bajo sus pies aún existen los viejos urinarios, a los que nadie parece querer dar un futuro.

Los transeúntes de la plaza de Urquinaona caminan ajenos a que bajo sus pies están los célebres evacuatorios cargados de historia.
Los transeúntes de la plaza de Urquinaona caminan ajenos a que bajo sus pies están los célebres evacuatorios cargados de historia.CARMEN SECANELLA

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