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La amenaza nuclear iraní

Las sanciones ya hacen mella en Irán

Las empresas occidentales de hidrocarburos salen del país ante la presión de EE UU

Ángeles Espinosa
EL PAÍS

Las nuevas sanciones internacionales empiezan a hacer mella en Irán. A pesar de que el presidente Mahmud Ahmadineyad las haya tachado de "kleenex usado" o "moscas molestas", los iraníes sienten que van a dificultar aún más su situación económica. Apenas un mes después de que la ONU aprobara una nueva resolución de castigo y la UE y EE UU ampliaran su efecto con medidas unilaterales, dos docenas de grandes empresas internacionales ya han abandonado la República Islámica. La mayoría están relacionadas con el sector petrolero, que proporciona el 85% de los ingresos del país y se enfrenta a crecientes dificultades para mantener el nivel de extracción y el abastecimiento de gasolina.

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El riesgo de ser expulsado del mercado estadounidense ha pesado en las decisiones de grandes compañías como Siemens, Daimler o Caterpillar para cerrar sus oficinas en Teherán, como antes hicieron los principales bancos europeos. La francesa Total y la holandesa Shell han dejado de vender gasolina a los iraníes. La británica BP, necesitada de rehacer su imagen en EE UU tras el vertido del golfo de México, incluso ha suspendido el abastecimiento de combustible a sus aviones. La española Repsol se ha retirado de un proyecto en el campo gasístico South Pars.

"En cuanto la dirección conoció las sanciones que preparaba Estados Unidos, nuestra inversión aquí se quedó en el aire", admiten fuentes de Repsol en la capital iraní.

La nueva ley de sanciones estadounidense penaliza a cualquier individuo u organización que provea a Irán de bienes, servicios o tecnología a partir de un millón de dólares, para el desarrollo o mantenimiento de su sector petrolero. Esa industria ya se encuentra en estado ruinoso después de tres décadas de bloqueo tecnológico por parte de Washington (que rompió relaciones con Teherán a raíz del asalto a su Embajada en 1979). El propio ministro de Petróleo, Masud Mirkazemí, reconoció el pasado marzo que necesitaban invertir 157.000 millones de euros durante los próximos cinco años no ya para aumentar la producción, sino para evitar su declive.

"Hace un año estaban extrayendo 3,9 millones de barriles diarios, ahora apenas alcanzan los 3,6 millones, y para finales de año serán 3,4 millones; es un desastre", asegura una fuente del sector. Si se descuentan los 1,7 millones para consumo interno, quedan 1,9 millones para la exportación, frente a los 2,5 millones que se estaban vendiendo el año pasado por estas fechas.

Las restricciones al comercio y los seguros, además de las presiones políticas, también dificultan a Irán la venta de su petróleo. Compradores importantes como Japón, India e incluso China están buscando alternativas en otros mercados, sobre todo en Arabia Saudí. Aunque nadie lo admite, el Gobierno iraní está ofreciendo descuentos de entre tres y siete dólares (1 dólar equivale a 0,78 euros) por barril para retener a sus clientes.

"Es una competencia desleal", ha declarado el viceministro de Petróleo encargado de comercio y relaciones internacionales, Hosein Noghrekar Shirazí, al diario Jabar, reconociendo implícitamente que las sanciones están aumentando el coste de poner el petróleo en los mercados.

Además, por primera vez, la nueva legislación estadounidense contempla castigar las operaciones en su territorio de las empresas que abastezcan de combustible a Irán. Aunque la República Islámica es el quinto exportador de petróleo del mundo, tiene una capacidad de refino insuficiente que le obliga a importar gasolina.

Conocedores de esa vulnerabilidad, los dirigentes iraníes llevan varios años intentando reducir su dependencia de las importaciones de gasolina. La expansión de sus refinerías, el fomento de combustibles alternativos y el recorte del consumo mediante la disminución de los subsidios han logrado rebajar sus importaciones desde el 40% a menos del 30% de su consumo. Aún así, en 2009 importó una media de 130.000 barriles diarios del total de 400.000 que necesitó.

En junio pasado, esa cifra se había reducido a 112.000 barriles, según fuentes del Ministerio de Petróleo. Sin embargo, como cada vez hay menos compañías dispuestas a venderle combustible, también aumenta su precio. De acuerdo con datos del sector recogidos por la agencia Reuters, Irán está pagando 10 dólares más por cada tonelada de gasolina. Dado que para julio ha comprado 315.000 toneladas, eso supone un sobreprecio de tres millones de dólares mensuales. Ante la retirada de las compañías europeas, han sido la turca Tupras y las chinas Unipec y Chinaoil las que le han abastecido.

Pero las sanciones no son las únicas responsables de las dificultades de Irán para mantener la producción de petróleo y el abastecimiento de combustible. Todos los expertos consultados añaden la mala gestión de años y la interferencia política desde la llegada de Ahmadineyad al Gobierno. Bajo su mandato, la Guardia Revolucionaria, el ejército ideológico del régimen y el objetivo de muchas de las medidas de castigo por su presunta vinculación al programa nuclear, ha adquirido un creciente peso económico y logrado a dedo importantes contratos de infraestructuras para cuyo desarrollo, sobre todo en el sector del petróleo, no siempre dispone de recursos.

Por mucho que las autoridades y los medios oficiales minimicen el efecto de las sanciones, los iraníes temen un nuevo aumento de los precios. El previsible descenso de los ingresos y el intento de reducir un consumo energético descontrolado hacen verosímil que finalmente este otoño el Gobierno ponga en marcha la largamente anunciada "reforma de los subsidios", con la consiguiente espiral inflacionista. Otra cosa es que las dificultades vayan a disuadir a la República Islámica de su empeño nuclear.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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