Prácticas de alto riesgo
Corea del Norte nos había acostumbrado a una retórica belicista, incendiaria pero a la postre inofensiva, como cuando Pyongyang amenazaba con convertir a Seúl o Tokio en un mar de fuego. El hundimiento de la corbeta surcoreana en marzo es un importante salto cualitativo en las relaciones entre las dos Coreas, por mucho que haya que tener en cuenta que en junio de 1999 ya hubo un incidente similar, aunque a la inversa, en la misma zona (de aguas disputadas). En aquella ocasión, un barco norcoreano se fue a pique y varias decenas de marineros resultaron muertos.
La respuesta de Corea del Sur al reciente acto de guerra ha sido aparentemente muy medida, aunque no está exenta de riesgos. Descartada la respuesta militar, que es impensable, y pendiente la diplomática, a través de Naciones Unidas, Seúl ha suspendido el comercio bilateral, entre otras decisiones menores. Tal cosa puede tener más mordiente de lo que parece. Los intercambios con el Sur suponen el 30% del comercio total del Norte. Se ha estimado en unos 300 millones de dólares (unos 245 millones de euros), casi una décima parte del producto interior bruto de Corea del Norte, el coste de las decisiones de Seúl. No es un impacto pequeño en un país empobrecido y con serios problemas económicos.
Una escalada militar entre ambas Coreas no interesa a ninguna de las partes
Conviene recordar igualmente que el Gobierno del presidente conservador Lee Muyn-bak decidió en 2008 acabar con la política de acercamiento al Norte del decenio anterior. Se suspendió casi toda la ayuda (sobre todo arroz y fertilizantes), hasta que hubiera avances en la desnuclearización. Bien es verdad que las provocaciones de Corea del Norte eran cada vez mayores (pruebas de misiles y ensayos nucleares), pero se trató seguramente de una política demasiado extrema, que ha afectado a Pyongyang más de lo esperado.
Y no está de más mencionar que Estados Unidos, tras la política disparatada de casi toda la época de George W. Bush, ha seguido, con Barack Obama, la máxima de mantener el statu quo, sin negociar en serio el final de la nuclearización de Corea del Norte. Era seguramente lo más sencillo, pero Washington ha tenido otras prioridades militares y de política exterior. Pero lo ocurrido en las últimas semanas es en parte producto de esa negligencia.
Lo que pueda ocurrir a partir de ahora es difícil de prever. Hay que confiar en que no habrá escalada militar, porque no interesa a ninguna de las partes. Pero puede acentuarse el comportamiento provocador de Corea del Norte, por ejemplo con nuevas pruebas de misiles e incluso con otro ensayo nuclear. Y, en cualquier caso, la creciente tensión en la península hace que puedan darse peligrosos malentendidos o errores de cálculo.
Pablo Bustelo es investigador principal (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano.
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