La jaula social

Gran triunfadora en el último Festival de Málaga, donde obtuvo los premios de mejor película, fotografía, actor de reparto y una mención para el actor protagonista, Rabia se introduce en el cine social para acabar soslayándolo a favor de una intriga con toques de thriller y aroma cercano al cine de terror más cotidiano.

Esta mezcla de géneros, y sobre todo la eficaz puesta en escena de su director, el ecuatoriano Sebastián Cordero, mantienen en cierto modo una película que, de todos modos, hace demasiadas aguas en la escritura. La claustrofobia ambiental de esa casona vasca, el aire decadente de la familia protagonista y el buen trabajo físico de Gustavo Sánchez Parra no son suficientes para sostener un guión en el que el maniqueísmo siempre inunda el dibujo de los personajes españoles, en el que la metáfora social queda diluida y en el que los trucajes (elipsis huidizas de actos poco verosímiles, diálogos que informan al espectador de hechos que ya conocen los personajes...) resultan tan aparatosos como esos potentes primerísimos planos del protagonista, deambulando por la calle seguido por la cámara, en plena huida hacia ninguna parte.