"Cuando ruedo, me olvido de Juliette Binoche"
Innegociablemente poliédrica en la manifestación de sus inquietudes artísticas, La Binoche hace cine y teatro, baila, pinta, diseña carteles de sus propias películas, escribe poesía y quizá alguna vez se decida a ponerse detrás de una cámara ("Me temo que ocurrirá un día", reconoce). En 1996 ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por su soberbia interpretación en El paciente inglés, pero para entonces ya había rodado a las órdenes de gente como Krzysztof Kieslowski (Azul), Louis Malle (Herida), André Téchiné (La cita) o Jean-Luc Godard (Yo te saludo, María). Supo que se había convertido en una estrella cuando en 1993 el presidente de la República, François Mitterrand, la invitó a cenar con él en el Elíseo. Rechazó la invitación. Todavía no era la actriz francesa mejor pagada de la historia aunque ya era la novia de Francia. La entrevista tiene lugar en una de las playas privadas de Cannes, donde Juliette Binoche (París, 1964) acaba de promocionar la película de Abbas Kiarostami Copie conforme: atención a un posible premio de interpretación en el palmarés de esta noche.
"Este certamen abre la mano para que el cine de autor pueda existir de verdad"
"El arte nos permite entrar en relación con otros 'yo' distintos"
Pregunta. ¿Cómo se encuentra en un lugar tan mastodóntico como el Festival de Cannes? ¿No se siente, digamos, sobreexpuesta?
Respuesta. Sobreexpuesta... ¿por qué, ante qué?
P. Entrevistas, ruedas de prensa, cócteles, fiestas, comidas, cenas, promoción, promoción, pro-moción...
R. Es que cuando vengo procuro hacer lo mínimo, ¿sabe? Esta vez he hecho lo estrictamente necesario: pasé por la alfombra roja en la sesión de gala de mi película, Copie conforme, he dado unas pocas entrevistas, y ya está. El festival ha ido creciendo, eso sí, hay muchas fiestas, bueno, la verdad es que siempre las hubo... Pero sí creo que Cannes tiene que encontrar un equilibrio entre el comercio y el talento, entre el cine más comercial y el de directores llenos de talento y originalidad.
P. ¿Qué define a Cannes en relación a otros festivales? ¿Cuál es la diferencia, si la hay?
R. Que abre la mano para que el cine de autor pueda existir de verdad, y para que pueda ser vendido en todo el mundo. No hay muchos festivales que permitan eso. Cannes lo hace. Su apuesta tiene el mérito de no dirigirse precisamente al cine más fácilmente vendible, ¿sabe?
P. Cine en 3D, cine estrenado en Internet a la vez que en festivales, cine en el teléfono móvil... Da la sensación de que el cine se busca a sí mismo.
R. No, es el hombre el que se busca a sí mismo, no confundamos. No el cine, sino las personas que hacen el cine. Y es normal, el hombre no hace otra cosa que buscar y rebuscar, y lo hará hasta el final de los tiempos. No somos más que exploradores de nosotros mismos. No sabemos quiénes somos, no sabemos cuál es nuestro origen, podemos imaginarlo, tratar de adivinarlo, pero no lo conocemos. Y eso es lo apasionante del arte. Y del cine.
P. ¿Qué cosa?
R. Que nos permiten entrar en relación con otros yo distintos a los habituales.
P. Además de interpretar en el cine, usted baila, pinta y escribe poesía. ¿Lo hace porque esas facetas le permiten expresarse de una forma que el cine no le deja?
R. No sé. Sí sé que el arte solo vale cuando nos permite olvidarnos de nosotros mismos. Si cuando uno crea algo no logra olvidarse, no está en el buen camino.
P. ¿Le ocurre cuando rueda? ¿Se olvida de Juliette Binoche?
R. Claro que sí, cuando ruedo me olvido de ella y no sé lo que va a pasar. Y ese misterio y ese olvido de mí misma me apasionan.
P. Debe de resultar placentero olvidar que uno es uno. ¿Lo es para usted, le encuentra placer?
R. Sííí... Bueno, cuidado, es muy, muy placentero cuando de repente, en medio de una toma, tocas algo mágico dentro de ti que no conocías e intuyes que lo has logrado, que has triunfado. Pero cuando te das cuenta de que fracasas es tremendo, muy humillante.
P. Aquí mismo Javier Bardem dijo que su trabajo consistía en "ser" más que en "ser actor", aunque eso era tremendamente difícil. ¿Coincide con él?
R. [Risa nerviosa]. Claro, claro.
P. ¿Y? En su papel de Copie conforme, de Abbas Kiarostami, ¿ha conseguido usted ser?
R. Eso me lo tendrá que decir usted.
P. Yo no puedo saberlo. Usted ha rodado con grandes cineastas, Kieslowski, Godard, Téchiné, Malle, Haneke, Boorman, Minghella... ¿Qué tiene Kiarostami de especial, si lo tiene?
R. Bueno, esta película nació de una amistad. La verdad es que yo no sabía si iba a acabar rodando con él: él es iraní, yo francesa; él solo habla farsi, yo no lo hablo... Me resultaba bastante improbable trabajar con él, aunque adoraba sus películas y además le había conocido precisamente en Cannes, a través de Jean-Claude Carrière. Abbas me pidió que fuera a Teherán, y fui, y comprobé por mí misma, no a través de los medios de comunicación, cómo es ese país, lo hospitalarios que son los iraníes, cómo les apasiona el arte, cómo están llenos de alegría de vivir... ¡En eso se parecen mucho a los italianos! Durante mi visita, se me acercaron tres mujeres que vestían burka, todo de negro de la cabeza a los pies, ¡y se me acercaron y me empezaron a tocar y a pedir autógrafos y a gritarme: "Hemos visto sus películas"!
P. ¿Quizá por eso Kiarostami decidió rodar en la Toscana su primera película fuera de Irán?
R. Abbas se encuentra muy cómodo en Italia, se siente un poco en casa, es el país europeo en el que mejor se siente.
P. En Copie conforme nada es lo que parece, los personajes se mueven entre verdad y mentira, entre apariencia y realidad... Un poco como en la vida, siempre entre dos orillas, ¿no?
R. Eso es. Nosotros también mentimos. Aunque la mentira tenga ese componente de culpa tan grande. Sin embargo, fíjese, los niños no le dan tanta importancia a esas diferencias entre crear y contar, entre inventar cosas y decir las verdades. El niño establece la relación entre esos dos mundos de forma natural. Pero perdemos muy pronto esa capacidad, por culpa de nuestra educación, de lo que es malo y lo que es bueno.
P. Usted es madre de dos niños. ¿Cree que la infancia es el estado puro de la verdad y que luego, con la edad adulta, llega irremisiblemente la mentira?
R. A mí me gusta esa frase que dice "el amor te hace virgen". O sea, que la verdad no tiene que ver con el tiempo, sino con nuestro estado interior.
Babelia
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