Morante, el deseado
Es el sino de los elegidos: tantas veces dado por muerto, y hoy llega a San Isidro entre la máxima expectación. Sea del color que sea su paso por la feria, Morante (La Puebla del Río, Sevilla, 1979) concita toda la atención porque es uno de los pocos toreros con capacidad para convulsionar una plaza de toros. Y, después de las recientes decepciones vividas en Las Ventas, con más razón.
Todavía, y así será por mucho tiempo, perdura en el recuerdo de todas las almas sensibles, el arte y el misterio que derramó en este ruedo el 21 de mayo de 2009 con un capotillo entre las manos. Fue uno de esos sucesos que no se olvidan porque deslumbran, paran el tiempo y transmiten felicidad. Es lo que tiene el toreo bueno.
Por eso, por su exitoso paso por Sevilla, y porque es el referente principal del empaque y el embrujo, Madrid le espera esta tarde con los abrazos abiertos.
Pero Morante es un torero irregular, capaz de protagonizar la gesta más sublime o la espantá más sorprendente. Y su trayectoria es fiel reflejo de esa personalidad. Se ha retirado temporalmente en dos ocasiones, y en ambas por causas psíquicas, según sus propias palabras. Y las dos, curiosamente, después de encerrarse con seis toros en Madrid. La primera, el 17 de abril de 2004, y la segunda, en 2007. Pero de ambas caídas se repuso. Y volvió a triunfar en las plazas importantes, y se convirtió con todos los méritos en el depositario del toreo de arte, sin olvidar su demostrada valentía cuando la ocasión lo requiere.
Tomó la alternativa en Burgos en 1997 y fue adoptado por las aficiones de Sevilla y Madrid. Se le reconoce como el mejor y más puro heredero de la escuela sevillana. Hoy hace el primero de sus dos paseíllos. La reventa, por las nubes; la plaza, de bote en bote. Los corazones, en un puño. Es el sino de los elegidos. Y Morante lo es.
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