Brasil y Turquía piden igualdad con las potencias
Brasilia y Ankara quieren participar en las negociaciones del plan nuclear iraní
Brasil y Turquía están decididas a demostrar que en el mundo ya no mandan las potencias surgidas tras la II Guerra Mundial y que el Consejo de Seguridad de la ONU se ha quedado pequeño. Tras descolocar a la diplomacia de Estados Unidos y Europa con un acuerdo con Irán para enriquecer uranio fuera de este país, las dos potencias emergentes piden una silla en el Grupo 5+1 (EE UU, Rusia, China, Reino Unido, Francia, y Alemania) para participar en todas las negociaciones sobre el programa nuclear iraní.
"Sería normal que una buena parte de las negociaciones se abran [a Brasil y Turquía]. Sería normal y deseable", declaró ayer en Madrid el brasileño Marco Aurelio García, asesor en política exterior del presidente Lula da Silva. Añadió que Alemania, que participa en el G-5+1, no es miembro del Consejo de Seguridad, mientras que brasileños y turcos ocupan actualmente dos de los 10 asientos reservados a los miembros no permanentes. "No se trata de crear formalmente un nuevo grupo para tratar el tema iraní, sino de algo informal, similar al grupo ya existente", aclaró.
"Hemos puesto diplomacia donde no la había", dice un asesor de Lula
"Si Irán no cumple su parte del trato, se quedará solo", afirma Erdogan
"Hemos puesto diplomacia allí donde no había ninguna. Antes no había interlocución, había amenazas. Y con amenazas la gente muchas veces no quiere reaccionar", remató García, dando a entender que Brasil se ha ganado el derecho a tener voz y voto en la crisis iraní. Mientras el influyente asesor de Lula defendía la irrupción de su país en el conflicto iraní, el ministro de Exteriores brasileño y gran artífice del acuerdo con Teherán, Celso Amorim, ponía en marcha desde Brasilia la ofensiva para aumentar más el peso brasileño en las negociaciones. En principio, China ha respaldado el acuerdo con Teherán y el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, no dejó de alabar el papel de Lula. Tanto a Pekín como a Moscú, reacios a unas duras sanciones contra Irán, el pacto les ofrece una vía de escape.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, manifestó ayer en Madrid, en el marco de la cumbre UE-América Latina, su reconocimiento a los esfuerzos de Brasil para llegar a un acuerdo con Irán sobre el programa atómico y calificó como un "paso positivo" el pacto alcanzado para que la república islámica envíe 1.200 kilos de uranio poco enriquecido (al 3,5%) al extranjero y, a cambio, recibir 120 kilos de uranio más enriquecido (al 20%). Fue después de una reunión con Lula en la que éste le contó "todos los detalles del acuerdo y de su estancia en Teherán", según un portavoz del Elíseo. Más tarde, también el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, celebró el pacto con Teherán.
El gigante sudamericano se juega mucho en estas negociaciones. Si el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, no cumple su parte del trato, Brasil podría perder muchos enteros en su carrera para obtener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad. También sería un mal trago para Turquía, que se postula como el gran mediador en Oriente Próximo, a pesar de los reveses que ha tenido con el Gobierno de Israel. Los dos países también defienden una salida diplomática a la crisis iraní porque quieren dejar la puerta abierta al desarrollo de sus propios planes atómicos con fines civiles.
En rueda de prensa, por la tarde, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró que el acuerdo con Teherán era "la mejor garantía" que ha tenido hasta ahora la comunidad internacional de las intenciones pacíficas del programa nuclear iraní, y previno a Irán de que si no cumple con lo que se comprometió, "se quedará solo". Aunque se mostró convencido de que esto no ocurrirá, aseguró que llegado el caso, ellos, los "amigos" de Irán, no tendrán inconveniente en "dar un paso a un lado" y abandonar su mediación para resolver el contencioso nuclear iraní.
"De todos modos", precisó Erdogan, "es increíble que quienes más se alarman sobre el desarrollo de armas nucleares sean los que tienen esas armas. Nosotros no queremos armas atómicas en nuestra región ni en ninguna otra parte del mundo".
Pocas horas antes, Erdogan ya había pedido a la comunidad internacional que respaldara el acuerdo nuclear alcanzado con Irán. En su discurso de ingreso en la Universidad Europea de Madrid, por la que fue investido ayer doctor honoris causa como reconocimiento a su papel de cofundador de la Alianza de Civilizaciones, el jefe del Gobierno turco puntualizó que el intercambio de combustible nuclear deberá utilizarse solo para uso civil.
Vestido con la toga de su flamante doctorado en Ciencias Sociales, el primer ministro de Turquía proclamó la necesidad de defender en las relaciones internacionales la "supremacía del derecho" frente al "derecho de los poderosos", en una nada velada alusión a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
"Si prevalece la supremacía del derecho, debe regir para todo el mundo", advirtió Erdogan. "Mientras [las grandes potencias] sigan manteniendo sus armas nucleares, ¿dónde está su credibilidad para pedir a los demás países que no las tengan?". Lo contrario -"el derecho de los poderosos"- conllevaría, a su juicio, un nuevo tipo de "imperialismo" y una "vergüenza para la humanidad".
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