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Columna
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Las manos vacías

"Aquí estoy con las manos vacías y la boca llena de palabras", dice Blas de Otero en uno de los versos de Hojas de Madrid con La Galerna, el libro legendario en el que trabajó casi hasta el final de su vida y que, tal vez, si no se pudo publicar hasta ahora fue porque, simplemente, estaba esperando el momento preciso para aparecer. Y no me digan que hoy mismo, con la crisis que no cesa, la tasa de paro que aumenta y los recortes salariales que nos ahogan -por no mencionar el triunfo de los jueces que, hablando en plata, defienden la dictadura y bailan sobre las tumbas de sus víctimas-, no es un buen momento para que muchos de los pobres pero honrados, y viceversa, que van a pagarle la fianza a los ladrones de guante blanco que nos han metido en este agujero negro, se sientan justo así, "con las manos vacías y la boca llena de palabras". Aunque, en realidad, las palabras no van a servir para mucho: ya ven que dentro de los discursos no bajan los sueldos ni suben los impuestos ni se recortan las inversiones, pero fuera sí.

La 'performance' de Aguirre en el bus-IVA es un aviso de que va a jugar a la italiana

Mientras tanto, la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ha empezado a viajar en autobús por toda la región, pero no para ahorrarse la gasolina y el chófer, sino para hacer campaña contra la subida del IVA y para denunciar, en general, "la política impositiva abusiva del Gobierno". Tiene gracia, ¿no? Abusiva acaba en bus-IVA y cierra el círculo. En cualquier caso, su performance es una metáfora y un aviso de que ella y el resto de la oposición van a jugar a la italiana y van a poner el autobús delante de la portería, porque les vale el cero a cero y porque saben que tienen mucho que decir sobre los sueldos de los funcionarios: tres de cada cuatro empleados públicos trabajan para las autonomías y los ayuntamientos. No hay más que fijarse en los servicios sanitarios y educativos, que están en manos de las diferentes autonomías y que acogen a más del 40% del personal al servicio de las administraciones. En esta vida no importa quién manda, sino cuántos van a poder desobedecerle y cuántos no, así que igual las tijeras que le han vendido al Gobierno en Europa no van a cortar ni un billete de cinco en Valencia, en Galicia o en Madrid. ¿Acabará siendo todo esto otra forma de desigualdad? Si eso ocurre, será divertido ver lo que dicen y hacen los populares, que en otras cosas tanto defienden la uniformidad de los derechos y las obligaciones de los ciudadanos, sean de donde sean.

"Dios no existe y Jesucristo es su hijo", se decía antes, y si usas esa frase como molde puedes llegar a la conclusión de que la política tampoco existe y la economía, estúpidos, es su madre. La política que no existe se llama demagogia, y lo bueno de la demagogia es que se puede hacer con ella lo que se quiera, se la puede embotellar, se la puede atar a un mástil o meter en un autobús. Si no se lo creen, copien lo que le preguntó Joan Herrera, de Izquierda Unida, al presidente, eso de que si hay que apretarse el cinturón, por qué no recupera el impuesto de patrimonio, y díganselo a Aguirre, que siempre ha defendido su desaparición. Es fácil, se ponen en la parada, y cuando llegue el bus-IVA, se suben.

La nube del volcán se aleja, pero vienen malos tiempos y los paraguas están a punto de cambiar de mano. Eso no lo escribió Blas de Otero, pero podría, ¿no creen?

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