Un negociador de pulso firme y a la vez pragmático
La paciencia de quien tiene muy claro el objetivo que persigue, apuntalada por esa habilidad en el trueque que aprendió en sus tiempos de euroburócrata, ha procurado a Nick Clegg el pulso firme para negociar un Gobierno de coalición bicolor.
En el momento de cerrar el acuerdo pesaron tanto sus postulados centristas -que algunos correligionarios liberal demócratas ubican a la derecha del partido- como el carácter pragmático compartido con su aliado y primer ministro David Cameron.
Al igual que el líder tory, Clegg fue criado con cuchara de plata -escuela privada en Westminster, estudios universitarios en Cambridge-, en un elitismo inherente al universo de los conservadores. Fueron ellos quienes le brindaron su primer trabajo en Bruselas, en la Comisión Europea, a las órdenes del comisario británico Leon Brittan, pero ese puesto y su posterior elección como eurodiputado no hicieron sino afianzar su vocación de ciudadano del mundo.
El hijo de una holandesa confinada por los japoneses en un campo de concentración durante la II Guerra Mundial, de un padre con sangre rusa, políglota que domina el inglés, el holandés, el francés, el alemán y el español, casado además con una vallisoletana (Miriam González Durantez), encarna un perfil opuesto a la insularidad militante de los tories.
Europa trazará una nítida línea divisoria entre los socios del nuevo Gobierno británico. Y quizá en cierta medida las cuestiones sociales, aunque Clegg señale la recuperación económica y la reducción del déficit como prioridad. "Nick es un libertario social, un liberal convencido sin embargo de que el Estado debe jugar su papel", subraya Brittan.
Su circunscripción de Sheffield, en el norte industrial, le mantendrá apegado a las realidades de un país castigado por la recesión.
A los 43 años, Clegg corona su ascenso fulgurante en la política erigiéndose en viceprimer ministro tan sólo un lustro después de entrar en el Parlamento de Westminster.
Una personalidad carismática y receptiva al diálogo destaca entre sus haberes. También el haber sabido reciclar un resultado electoral decepcionante: a la postre, los liberal-demócratas han cambiado las reglas del juego.
Sólo el tiempo dirá si su elección de El Gatopardo (de Giuseppe Tomasi Lampedusa) como libro de cabecera ofrece una doble lectura: que todo cambie para que en el fondo todo permanezca igual.
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