_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Oposiciones

Juan José Millás

Érase un hombre que quería ser hombre. A donde iba repetía que era un hombre y si alguien lo ponía en duda se abría con violencia la camisa y mostraba los pelos del pecho y los tatuajes de los hombros, todo ello acompañado de amenazas dirigidas al resto de los hombres que, sin negarse a ser lo que les había tocado ser, llevaban esa condición con modestia. El hombre que quería ser hombre, y que había nacido, por ejemplo, en España, se empeñó luego en ser español, de modo que se pasaba el día dando vivas a ese país y amenazando con una pistola a todos los españoles que aun admitiendo que al haber nacido allí no les quedaba otro remedio que ser españoles, tampoco hacían de ello un oficio.

Para afirmar su españolidad el español español colgó una bandera de su balcón, al modo de los vascos vascos o de los belgas belgas o de los alemanes alemanes. Más tarde decidió que necesitaba una religión y se hizo católico porque era lo que predominaba en su familia. Ello le condujo a odiar a los homosexuales y a los mahometanos, por este orden. Podría haber odiado también a los negros y a los japoneses, o a los ingenieros y a los catedráticos de literatura comparada, pero prefirió especializarse para resultar más eficaz. Enseguida, y como una cosa lleva a otra, se vio en la necesidad de hacerse taurino o antitaurino, eligiendo la primera de las opciones, pues siendo ya hombre, español y católico, le pareció que lo lógico era que le gustaran los toros. Y llegó a amarlos de tal modo que José Tomás se convirtió no ya en su modelo de torero, sino en el de arquitecto, literato, pediatra, lingüista, cineasta, geógrafo e ingeniero de caminos. Le tocabas a José Tomás y sacaba la pistola de español y el odio de católico. Por fin, tras hacerse socio de un equipo de fútbol, se presentó a unas oposiciones a hombre y sacó el número uno.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_