"La ola de seísmos no es un fenómeno extraordinario"
Mientras todavía se contaban los muertos del seísmo que azotó Haití el 12 de enero, un mes después Chile sufrió la devastación de un terremoto de magnitud 8,8. Y ayer, menos de dos años después del temblor que causó 87.000 víctimas en Sichuan, el oeste de China volvió a vivir escenas de pánico y destrucción tras otro tremendo terremoto. Una serie desafortunada, pero ¿es extraordinaria? "Desde el comienzo del año estamos teniendo una serie sísmica importante, pero no quiere decir que sea un fenómeno anormal", asegura Miguel Herraiz Sarachaga, director del Departamento de Geofísica y Meteorología de la Universidad Complutense de Madrid. "Algunos de estos terremotos han ocurrido en zonas muy pobladas o han producido grandes daños y ahora estamos más sensibilizados. Pero desde el punto de vista sismológico no es extraño".
"Podemos predecir dónde puede volver a pasar, pero no cuándo"
Herraiz reconoce que la serie registrada en lo que va de año es notable, pero "hay muchos seísmos de magnitud siete o superior de los que no tomamos tanta conciencia colectiva porque no estamos sensibilizados para ellos, ni las personas ni los medios de comunicación". Es decir, la tierra sigue moviéndose, pero ni más ni menos que antes, aunque la percepción cambia en proporción a los efectos causados. "Después del seísmo de Haití y poco antes del de Chile hubo un importante temblor en unas islas al sur de Japón. Pasó desapercibido porque es territorio poco poblado y no hubo víctimas".
Según Herraiz, también el reciente terremoto de China, a pesar del número de muertos, no habría recibido la misma atención si no hubiese llegado tras los de Haití y Chile. "Es un seísmo importante, pero también es verdad que estamos más atentos y esto hace que los medios multipliquen el impacto", comenta.
"En la historia no hay experiencia de largos periodos de tiempo en los que haya habido una actividad sísmica extremadamente alta. La actividad es muy semejante en casi todos los años", añade el geofísico. La regularidad con las que se suceden los seísmos es precisamente uno de los pocos elementos de predicción que los sismólogos tienen. "Cuando en una zona ya afectada no se registra un terremoto en un tiempo apreciable, es un aviso de que se está acumulando tensión sísmica. Sabemos el dónde e incluso el tamaño esperable. Pero no podemos predecir el cuándo", explica Herraiz antes de enumerar las zonas "candidatas": "La falla de San Andrés, en California; el límite entre Chile y Perú en la zona del océano, y la falla de Anatolia, cuando se pierde ya en el mar de Mármara".
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