El primer testigo contra Karadzic relata crímenes y detenciones en masa
El ex líder serbobosnio se encara con el declarante, un bosnio musulmán
Ahmet Zulic, un bosnio musulmán superviviente del campo de detención de Manjaca (suroeste de Bosnia), abrió ayer la ronda de testigos de la acusación contra el ex líder serbobosnio Radovan Karadzic, a quien el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) juzga por genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad, entre otros delitos.
Sereno y pausado, Zulic describió el acoso, la expulsión y el asesinato de la población croata y musulmana de su ciudad, Sanski Most, por parte de las tropas serbobosnias. También aseguró que en su tierra había "buenas relaciones entre las distintas etnias, hasta que en 1992 empezaron los tiros serbios".
Zulic explicó que en 1992 fue encerrado junto con varios centenares de vecinos en unos garajes a las afueras de Sanski Most. "Allí nos pegaban hasta el desmayo. A mí me rompieron un brazo, los dedos de las manos y varias costillas. Tengo unas cuantas vértebras dañadas. Una herida que se [me] infectó, la abrieron a pelo con una navaja para drenarla. También nos hicieron otras cosas que preferiría mencionar a puerta cerrada", dijo.
La fiscalía le recordó que no era necesario. Los detalles -presumiblemente, haber sido sodomizado por sus carceleros- constaban por escrito. Su relato incluyó un pasaje muy duro sobre la muerte de 20 hombres musulmanes forzados a cavar su propia tumba. Luego rematados a tiros por los soldados y degollados.
Zulic estuvo también detenido en el campo de Manjaca, donde le dieron una paliza que casi lo mata. "Vino una delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja para ver cómo nos trataban. Los carceleros dijeron que éramos prisioneros de guerra y estábamos bien de salud. Yo enseñé mis heridas y por la noche casi acaban conmigo a golpes. Un año después aún no podía andar bien. Pero, saben, lo único que me importa en este mundo es la verdad. Entonces y ahora. Por eso lo hice", aseguró.
Una vez concluida su comparecencia, inició un careo el ex líder político serbobosnio. Algo nervioso en su estreno como su propio abogado defensor, se centró en demostrar lo contrario que Zulic: que lo ocurrido en Bosnia fue el resultado de la respuesta serbia al intento de dominación de la población musulmana. El interrogatorio subió de tono y Karadzic fue llamado al orden varias veces.
Después de haber boicoteado el proceso en su contra hasta marzo, cuando le fue denegada la última petición de retrasar las vistas, la actuación de Karadzic no ha dejado lugar a dudas. No es un jurista, y la prisa que parece tener en demostrar que Serbia se limitó a defenderse, marcó su actuación. También lo hizo su formación de psiquiatra. Pasó de pedirle al testigo que "se relajara" a asegurarle "que no le acusaba de nada". Su estilo chocó con las respuestas firmes del testigo: "No soy un analista militar, ni tampoco un político. No le dejen acusarme de cosas que ignoro", suplicó éste a los jueces.
El hecho de que Zulic haya comparecido en otros juicios ante el TPIY, entre ellos el de Slobodan Milosevic, le valió la única ironía de la tarde. "Es usted el testigo favorito de la fiscalía", le dijo Karadzic. Después, el tono cambió. Zulic aseguró "desconocer la existencia de paramilitares musulmanes armados en mi región". "Pero es obvio que los había y eran una amenaza, aunque usted no fuera uno de ellos", casi gritó Karadzic. "No ponga palabras en mi boca que no he dicho", replicó el testigo. La sesión continuará hoy. Los jueces advirtieron al ex líder serbobosnio que dejara de opinar y se centrara en preguntar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.