Moscú teme que haya decenas de mujeres suicidas listas para atacar
Las autoras del atentado del metro llegaron en autobús desde el Cáucaso
La policía rusa busca a dos mujeres y un hombre que estaban con las suicidas que se inmolaron el lunes en el metro de Moscú. El grupo de cinco personas llegó a la capital de madrugada en un autobús de línea procedente de una ciudad del norte del Cáucaso cuyo nombre no ha sido revelado y se metió en el metro. Las mujeres aparentan 25 y 40 años, respectivamente, y el hombre lleva una barba y mide 180 centímetros. Lo ha contado a los órganos de seguridad el chófer del autobús que los transportó. Lo que nadie sabe es si los tres acompañantes se limitaron a asegurarse de que las mujeres ejecutaban su misión suicida o si deambulan por Moscú en busca de un lugar para cometer otro atentado.
Preparar a una 'viuda negra' exige un intenso y largo trabajo psicológico
Según Kommersant, Said Buriatskii, líder de la guerrilla islamista del Cáucaso cuyo nombre real es Alexandr Tijomírov, había reunido en Chechenia e Ingushetia cerca de 30 posibles mujeres suicidas, a las que había enviado a una escuela coránica de Turquía. Tras su formación, volvieron al Cáucaso, donde Buriatskii, muerto a principios de marzo en una operación policial, se ocupó de ellas, señala el periódico citando a investigadores.
De las 30 mujeres, nueve se han inmolado ya, y el resto, afirma Kommersant, bien podrían haber sido enviadas a Moscú para vengar la muerte de su maestro. En el Ministerio del Interior de Ingushetia confirmaron al periódico que estaban comprobando la existencia de parientes, sobre todo femeninos, de todos los que perecieron en la operación policial en Ekázhevo, el pueblo de Ingushetia donde perdieron la vida Buriatskii y seis lugareños que le habían cobijado. "La lista de mujeres está confecionada, pero hasta ahora no hemos aclarado el destino de todas ellas y es prematuro hablar de su posible participación en actos terroristas", señalaron en el Ministerio del Interior de Ingushetia.
Fuentes policiales citadas por la agencia Interfax afirmaron que el suicida Anzor Izhaev, que se inmoló el 6 de febrero de 2004 entre dos estaciones de metro de Moscú, llegó también en autobús, y de la misma manera lo hizo Nikolái Kipkéiev, que acompañaba a la suicida que saltó por los aires el 31 de agosto de 2004 en otra estación de metro de la capital.
Rusia podría encontrarse ante una nueva hornada de suicidas, según Marina Perevózkina, especializada en temas del Cáucaso. Las suicidas, conocidas también como las viudas negras por ser esposas o parientes de guerrilleros muertos en la lucha contra representantes del poder federal ruso, reaparecieron en 2009 tras un largo intervalo de inactividad y en las páginas web de los guerrilleros se habla de la preparación de una unidad de suicidas de 20 personas.
Este batallón de suicidas se somete a la autoridad del guerrillero Doku Umárov, señala Perevózkina citando fuentes de los servicios de seguridad. Los actos terroristas ejecutados por suicidas se interrumpieron tras la muerte en 2006 de Shamil Basayev, su principal organizador y el artífice de un batallón formado sólo por mujeres.
La primera incursión de las suicidas del Cáucaso en Moscú tuvo lugar en octubre de 2002 en la toma de rehenes en el teatro Dubrovka. Entre los secuestradores había varias mujeres que perecieron cuando el local fue tomado por asalto por fuerzas de seguridad decididas a evitar que las viudas negras activaran las cargas que llevaban adosadas al cuerpo.
Posteriormente, en 2003, la chechena Zuliajan Elijadzhieva se inmoló en un concierto de rock en la capital, pero su compañera, Zarema Muzhijoeva, no tuvo fuerza para hacer lo mismo. En 2004, Satsita Dzhebirjánova y Amanta Nagáeva hicieron explosionar sendos aviones en ruta hacia Volvogrado y Rostov. También en el secuestro de la escuela número 1 de Beslán, en Osetia del Norte, donde perecieron más de 300 personas, hubo suicidas, pero una de ellas fue suicidada por uno de sus compinches, al que había reprochado haberla involucrado en el secuestro de una escuela y no de una comisaría, como le había hecho creer.
Preparar a una suicida es una tarea complicada que exige un intenso y largo trabajo psicológico para asegurarse de que la elegida llevará a cabo su misión sin vacilar. De la misma manera que en la sociedad patriarcal caucásica hay quien condena la vida de sus hermanas y parientas, también hay quien las salva, discretamente, alejando con subterfugios a esas mujeres de la órbita de los fanáticos que aprovechan la educación tradicional musulmana para sacrificarlas o incluso venderlas.
Es un trabajo peligroso y arriesgado que algunas personas excepcionales y abnegadas han llevado a cabo, abriendo perspectivas, dando esperanzas, facilitando la huida e incluso pagando un rescate a costa de empeñar el propio patrimonio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.