Políticos de vocación docente
La vicepresidenta económica Elena Salgado se ofreció ayer a darle clases de economía a la portavoz popular Soraya Sáenz de Santamaría y ésta se prestó, a cambio, a enseñarle "técnica legislativa". Sus señorías abroncaban a la contendiente del equipo contrario y reían y aplaudían con entusiasmo a la propia, sin percatarse de que contribuían todos, una vez más, a su propio descrédito.
Los españoles insisten, encuesta tras encuesta del CIS, en considerar que el problema más grave que tiene España es el paro, seguido de la situación económica y señalan en tercer lugar a la clase política y los partidos. Los políticos, en definitiva, que se supone sirven para revolver problemas, se han convertido en un problema en sí mismo.
El episodio parlamentario de ayer, aderezado de risotadas y abucheos, no parece la mejor receta para paliar el problema. Salgado y Sáenz de Santamaría empezaron acusándose de incompetencia e ignorancia. Luego, frente a las críticas a la Ley de Economía Sostenible, la vicepresidenta echó en cara a la popular no saberse el texto y remató: "La hemos explicado varias veces. Lo que no parece que hayamos conseguido es que usted la entienda (...) Estoy dispuesta a darle clases particulares sobre este tema".
Soraya Sáenz de Santamaría se sumó al carro docente e, insistiendo sobre la mala calidad de la ley, le contestó: "Me ofrezco a darle lecciones para mejorar su técnica legislativa, que de eso algo sabemos".
Ambas deberían ser un poco más prudentes. Jordi Sevilla se ofreció a enseñarle a Zapatero economía en un par de tardes y el que ha terminado expulsado del paraíso no ha sido el que parecía pecar de ignorancia, sino el que se ofreció a rescatarle de ella. Nunca supieron los españoles si el presidente terminó dedicando dos tardes a la economía. Lo que probablemente sí saben es que mientras el paro y la crisis castiga a la ciudadanía, nuestros políticos se entretienen en la búsqueda de frases ingeniosas y se muestran dispuestos a dar lecciones, pero muy rara vez a recibirlas. Es un mal demasiado extendido, pero nuestros representantes se empecinan en exhibir esa falla sin sonrojo.
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