Las cifras hablan de crueldad
El viernes pasado el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca recibió 145 cajas de documentos procedentes del Tribunal de Cuentas. Llevaban allí guardadas 35 años e incluyen los 4.987 expedientes relacionados con los prisioneros que el bando franquista encarceló en 132 campos de concentración entre 1936 y 1945 y con los 541 batallones de reclusos que fueron forzados a trabajar en diferentes obras que puso en marcha la dictadura durante ese periodo. Son miles de papeles y la información es árida: altas y bajas, partes, certificados, solicitudes, informes... La fría prosa burocrática da cuenta, sin embargo, de una terrible historia.
El triunfo de Franco y los militares rebeldes desencadenó una brutal represión y cuantos habían estado del lado de la República pasaron innumerables penalidades. Fueron más de 50.000 los que murieron en la posguerra por haber formado parte del bando perdedor, y más de 250.000 los que se quedaron en el exilio. Luego estuvieron los que fueron arrinconados en los (se calcula) 188 campos de concentración: entre 367.000 y 500.000 prisioneros de guerra republicanos. A algunos campos se incorporaron después muchos refugiados de la II Guerra Mundial.
Los papeles del Tribunal de Cuentas cuentan lo que pasaron los que estuvieron en una gran parte de ellos. A muchos les tocó servir como esclavos en los batallones de prisioneros. Las líneas de ferrocarril Soria-Castejón y Santander-Mediterráneo; el aeropuerto de Labacolla, en Santiago; las minas de Utrillas; el pantano de la Muedra; los puertos de Castellón y Vinaroz, el canal del Guadalquivir o, entre otros, el Valle de los Caídos no existirían sin el trabajo de aquellos condenados por el delito de haber defendido a la República.
Hay cifras que, en esos papeles, adquieren una dimensión trágica. Así por ejemplo, el estadillo de un día cualquiera que llega de una de esas obras y que se refiere, de forma escueta, a cuatro "muertos por accidente".
Entonces no contaban, como no han contado nunca los esclavos en parte alguna. Ahora es posible reconocer detrás de esas cifras a personas de carne y hueso. Y detrás de todas aquellas magnas construcciones, el rostro cruel de la dictadura franquista.
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