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Columna
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Confesiones cortas en el Palau

Francesc Valls

La virtud florece donde domina el vicio y viceversa. Grandes sovietólogos -Service, Montefiore, Conquest- han concluido que Stalin adquirió una buena base para su aprendizaje mientras se preparaba para el sacerdocio en el seminario ortodoxo de Tiflis. El presidente Franklin Roosevelt estaba fascinado por la vertiente místico-religiosa del georgiano, que en sus años de seminario se familiarizó con la vigilancia, el espionaje y la invasión de la vida interior y profundizó -como aspecto positivo- en la autodisciplina. Todo ello contribuyó a forjar su bagaje político-cultural como tirano. Pero no hay que sacar conclusiones precipitadas. En los seminarios, como en la vida, hay de todo y de todo se adquiere en ellos. En el Palau de la Música, durante el mandato de Millet, sólo se impartían masters en perversión.

Millet habló de tres millones y ya vamos por 35,6. Colom, de 75.000 euros, y en la contabilidad del Palau figura el doble

Àngel Colom, secretario de Inmigración de Convergència, pasó por el Palau y también por un seminario. Quizá ahí nació el que sería su activo más importante: un pacifismo profundo, que se plasmó en su contribución a que la organización Terra Lliure dejara las armas. Profeta del independentismo, Colom se involucró y fundó plataformas y partidos con el objetivo de llevar a Cataluña hacia su plena soberanía. Y hete ahí que, después de su paso por Esquerra Republicana, fundó el Partit per la Independència (PI). Cuando el PI fracasó, se hizo militante de CDC y, siguiendo la recomendación de un "amigo", llamó en el año 2000 a la puerta del Palau de la Música: el objetivo confeso era conseguir fondos para la Fundació Espai Catalunya -que no llegó a constituirse- con el fin de contribuir a "la pedagogía de la cultura catalana entre las nuevas migraciones". Ahí entró el factor Palau. La prosaica realidad enterró al noble propósito. Los 75.000 euros que recibió de Fèlix Millet, saqueador en jefe del Palau -150.000, según el asiento contable de la entidad- se emplearon en paliar las deudas del PI. En septiembre del año pasado, Colom mintió a EL PAÍS, asegurando ignorar que había sido beneficiario de esos fondos. Un mes después hacía reconocimiento público de culpa y afirmaba que había tapado los agujerillos del PI. Es decir, con dinero destinado por una fundación al proyecto cultural de otra se acabó pagando la deuda de un partido político, algo sin demasiados trazos de ser legal. Ahora, como buen seminarista, ha llegado el turno al propósito de enmienda: el secretario de inmigración de CDC se ha comprometido a devolver a plazos los 75.000 euros (no los 150.000) a la Fundación del Palau. La rocambolesca historia muestra el empleo de fondos y da idea del concepto utilitarista y patrimonial que tenían del Palau algunos exponentes de la política catalana.

Lo de Colom son migajas que en poco contribuyen a que las urnas y los ciudadanos se aproximen. El secretario de inmigración de CDC no es uno de los beneficiarios mayoristas del saqueo del Palau. Es una gota en un mar, porque la auditoría sobre las obras de ampliación del coliseo modernista, avanzada ayer por este diario, suma 11,9 millones de euros a los 23,7 ya contabilizados del saco del Palau.

Quedan muchas cosas por hacer y las confesiones de culpa se quedan cortas. Millet fue el primero en asegurar en un documento enviado al juez que se responsabilizó del desvío de tres millones de euros (menos del 10% de lo hasta ahora contabilizado). Luego le llegó el turno a la Fundación Trias Fargas, que ante el estupor de los actuales administradores del Palau declaró hace meses, por boca de CDC, haber recibido 600.000 euros de la Fundación, cuando los nuevos gestores sólo tenían constancia documental de 90.000 euros. Esta vez la confesión superó con creces la verdad conocida. ¿Por qué fue así? No hay respuesta más allá de que todo fue perfectamente legal, y que la Trias Fargas devolverá, en cómodos plazos, como Colom, ese dinero. Pero no deja de ser curioso que la fundación de un partido reciba dinero del Palau. Nadie recuerda ningún memorable concierto de cuerda organizado por CDC, ni tan sólo la creación de una sencilla banda de tambores y cornetas.

Así que la confesión y el reconocimiento de culpa son fundamentales. Pero es exigible un poco más de rigor en el examen de conciencia. Ya llevamos 35,6 millones de dinero público y privado. Y subiendo.

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