Las diferencias sobre la misión afgana hunden al Gobierno holandés
Los socialdemócratas se oponen a aplazar la retirada de las tropas hasta 2011
Las diferencias de opinión sobre el futuro de sus tropas en Afganistán han sido el factor desencadenante, pero el hundimiento del Gobierno holandés de centro-izquierda, ocurrido la madrugada del pasado viernes, se venía fraguando en los últimos meses. Al final, ha podido más la desconfianza entre los dos socios mayoritarios, el socialdemócrata Wouter Bos y el primer ministro democristiano, Jan Peter Balkenende, que la responsabilidad internacional. En especial, la lealtad a la OTAN, que les había pedido quedarse hasta 2011 para adiestrar a la policía afgana. Tras 16 horas tensando la cuerda, el laborista Bos se enrocó en su promesa electoral de 2006, que fijaba en diciembre de 2010 la retirada. Tampoco cedió el primer ministro democristiano y la cuerda se rompió.
"La participación holandesa sería muy beneficiosa", afirma la OTAN
Ninguno ha querido capitular, aunque ello acabe costándoles su carrera política. Ni siquiera a la vista del ascenso de los partidos radicales, con el líder populista de derecha, Geert Wilders, a un lado, y los socialistas radicales al otro.
En la provincia de Uruzgán, al sur de Afganistán, Holanda tiene destacados 1.600 soldados y ha sufrido hasta ahora 21 bajas mortales. "Mis colegas han negado la realidad hasta el último minuto. No ha sido posible arreglarse", afirmó el laborista Bos, justificando su postura. Balkenende creyó que su famosa reciedumbre -no en vano lleva cuatro Gabinetes a sus espaldas- le sacaría una vez más del atolladero. Pero no. "Donde falla la confianza, no hay compromiso", dijo, al anunciar la ruptura de la coalición.
Afganistán ha hecho rebosar un vaso en el que ya hervían las diferencias sobre los recortes presupuestarios y en materia social. Y donde las críticas sobre la participación en Irak casi le costó al primer ministro una moción de censura.
A la Alianza Atlántica lo ocurrido le ha sorprendido desagradablemente. "Se trata de un asunto interno, pero la OTAN piensa que la participación holandesa sería muy beneficiosa", afirmaron ayer sus portavoces.
A los sindicatos militares tampoco les gustó la actuación gubernamental. "Se han portado como párvulos dando una imagen espantosa", fueron las dos opiniones más repetidas por sus miembros. La paradoja es que Holanda parecía ávida de participar en misiones militares internacionales, y desea ser vista como un socio fiable en este campo.
En medio de la tormenta de críticas, Balkenende empezó ayer con los ajustes. Primero, informó a la reina Beatriz, de vacaciones en la nieve, y le presentó la dimisión de los seis ministros socialdemócratas (Cultura, Ayuda al Desarrollo, Interior y Finanzas, entre ellos). Los puestos vacantes serán cubiertos por miembros de su partido, o bien de los calvinistas de la Unión Cristiana, el tercer socio de la coalición. Luego puede convocar elecciones anticipadas. Para ello dispone de 83 días. De seguir esa ruta, los comicios serían en mayo. Como no podrá tomar decisiones relevantes, la misión holandesa en Afganistán ha concluido de hecho. Pero si los tecnicismos legales están claros, no así el panorama político. Con las elecciones municipales convocadas para el 3 de marzo en ciernes, el modelo de los grandes partidos en coalición parece alejarse.
Estamos en el momento del auge de Wilders, al que los sondeos le auguran un futuro lustroso como la segunda fuerza nacional. Ahora tiene nueve escaños en un Parlamento de 150. Algunas encuestas le dan incluso como ganador. Opuesto a la misión afgana y contrario a la inmigración y al islam, es hábil en sus críticas. Asegura que el Ejecutivo opera "desde el torreón de las casas del Parlamento" (el equivalente holandés a una urna de cristal), y cada vez gana más adeptos.
Los socialistas radicales, que lideraron con éxito la campaña contra la Constitución europea en el referéndum de 2005, también saldrían bien parados. En cuanto a la socialdemocracia, está acostumbrada al poder. El propio Wouter Bos estaba ya ayer de campaña para las municipales. Podría rebañar algunos votos, aunque quizá no basten para gobernar de nuevo. ¿Y Balkenende? Nunca se sabe. Su poder de recuperación es legendario.
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