Una última oportunidad para el Sáhara
Tras un largo paréntesis, el 10 de febrero se reanudaron las conversaciones entre Marruecos y el Frente Polisario sobre el futuro del Sáhara Occidental. El objetivo de la reunión, celebrada en Wetchester (EE UU), fue preparar la quinta ronda de conversaciones. En la anterior, la del pasado año en Viena, no se registraron avances.
Este nuevo impulso a la vía negociadora coincide con el lanzamiento en Marruecos de la Comisión Consultiva de Regionalización, que busca sentar las bases para un proceso de descentralización administrativa en el reino. Un analista en cuestiones magrebíes, Benjamin Stora, señaló recientemente en Le Monde que el proyecto podría servir de modelo para otros países de la zona e impulsar un "Magreb de las regiones en el siglo XXI".
No es que la izquierda ande desnortada o carente de ideas, es que no existe
Sin embargo y, por encima de todo, el proyecto, que contempla una amplia autonomía para las provincias marroquíes del Sáhara Occidental, busca hallar una fórmula política que permita el desbloqueo del contencioso de la antigua colonia española y siente "las bases para un diálogo y un proceso de negociación que lleve a una solución política mutuamente aceptable", según una declaración del Ministerio de Exteriores marroquí. En este sentido, incluye medidas dirigidas a la repatriación de los saharauis que viven en otros países, el desarme de los grupos armados y la integración económica y social de los exiliados.
Además, según el proyecto, aunque el Estado central sigue manteniendo la competencia exclusiva de la política exterior, ejercería esta función a través de consultas con las regiones y les permitiría tener relaciones con otras extranjeras con vistas a su desarrollo económico y social. El proyecto crearía también, según Marruecos, un ambiente propicio para el logro de un desarrollo económico sostenido y una mejora del nivel social y cultural de la población residente en las provincias del Sáhara, que ya han recibido en las pasadas décadas fuertes inversiones marroquíes y extranjeras.
El proyecto de Regionalización supone, sin duda, un cambio notable con respecto al modelo centralista imperante en Marruecos desde la independencia. En realidad, no difiere mucho de procesos similares puestos en marcha en otros países -incluyendo España durante la Transición- que estuvieron también dirigidos a buscar fórmulas que permitieran compatibilizar los deseos de autogobierno y la protección de una singularidad cultural diferenciada de determinados colectivos regionales con el mantenimiento de la unidad estatal y la salvaguardia de una identidad nacional común.
La iniciativa marroquí busca crear un nuevo escenario tras el fracaso de la solución a través de la vía del referéndum debido a las fuertes diferencias entre Marruecos y el Polisario sobre la composición del censo de votantes. Marruecos pidió que los refugiados saharauis que huyeron al norte durante la operación militar hispano-francesa conocida como Ecouvillon, en 1958, pudieran votar, mientras que el Polisario rechazó esta posibilidad y defendió la utilización exclusiva del censo de votantes de 1974, que incluía a la población que vivía bajo el régimen colonial español. En aquel tiempo, el Gobierno franquista, que buscaba la creación de un Estado satélite saharaui tras comprender lo inevitable del abandono de la colonia, excluyó del censo no sólo a los mencionados exiliados, sino también a las tribus del norte del Sáhara, sospechosas de mantener vínculos y simpatías hacia Marruecos.
El del censo era un tema fundamental porque permitía anticipar un resultado, según su composición fuera una u otra.
Hay que señalar también que la búsqueda de una solución política y administrativa por parte de Marruecos no se ha visto acompañada de iniciativas similares por la otra parte. Hasta ahora, el Frente Polisario no ha llevado a cabo ningún intento de acercar posturas y sigue empeñado en mantener su ficción de una República Árabe Saharaui Democrática en los campamentos de refugiados del territorio argelino de Tinduf, gozando todavía del apoyo de Argelia y de una extensa red de simpatizantes en el exterior, pero de un reconocimiento cada vez menor en el ámbito internacional.
En este sentido, el proyecto de autonomía constituye, sin duda, y con las modificaciones que puedan surgir durante las negociaciones, el intento más serio y plausible para la resolución del contencioso del Sáhara Occidental. Hoy en día, existe un creciente consenso en el seno de la comunidad internacional de que las fronteras en el Magreb deben mantenerse. Pocos son los que apostarían por la creación de un Estado independiente gobernado por el Polisario, que supondría en la práctica la ruptura del equilibrio entre los grandes Estados de la región, Marruecos y Argelia, en favor de esta última y en detrimento de Marruecos, que quedaría así rodeado de territorio argelino o bajo fuerte influencia de Argel.
La postura más responsable por parte de la Unión Europea y la comunidad internacional sería persuadir a los independentistas saharauis de que sus planes de creación de un nuevo Estado no son ni factibles ni deseables, al tiempo que buscar garantías de Rabat de que el nivel de autonomía que está dispuesto a dar a la región del Sáhara Occidental será suficiente para satisfacer las aspiraciones de su población.
Yusuf Fernández es secretario de la Federación Musulmana de España (FEME) y Yonaida Selam es presidenta de Intercultura.
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