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Del 'plan' al cambio

Hoy se cumplen cinco años del rechazo del Congreso al proyecto de Ibarretxe - El PNV paga en la oposición los retos soberanistas de 2005 y 2008

Los cinco años que hoy se cumplen del rechazo en el Congreso del plan Ibarretxe, aprobado en el Parlamento con los votos del tripartito que presidió el anterior lehendakari y Batasuna, entonces Euskal Herritarrok, han alumbrado el principal cambio político habido en Euskadi en treinta años: el relevo del nacionalismo del Gobierno por el PSE-EE. Fue un mal desenlace para el PNV propiciado por una década de alejamiento de la centralidad y de cualquier posible aliado que no fuera la izquierda abertzale. Pese al precio, ese partido mantiene el texto como "referente de presente y de futuro",según aseguró el sábado su presidente, Iñigo Urkullu. Lo hizo tras negarse el lehendakari, Patxi López, a abrir de nuevo ahora un proceso para superar el marco estatutario.

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Juan José Ibarretxe se volvió a Vitoria tras ocho horas de debate, con 313 votos en contra, 29 a favor y dos abstenciones. Al día siguiente anunció la disolución del Parlamento. Lo hizo esperanzado en que el choque de legitimidades que había buscado desembocara en una movilización electoral soberanista. Su objetivo era alzarse en la mayoría absoluta de 38 escaños de la Cámara, que no había tenido en ninguno de sus tres mandatos anteriores. Erró y salió de las elecciones de 2005 superado ya en un escaño por la suma PSE-PP, y con 140.000 votos y cuatro parlamentarios menos. Su "cauce central" se estrechaba. Sólo el apoyo de Batasuna, ahora EHAK, le dio la investidura. Al mismo respaldo de los abertzales se confió para aprobar la Ley de Consulta, que había prometido no realizar salvo en ausencia de violencia, y de cuya inconstitucionalidad le advirtieron, antes de oficializarla el Tribunal Constitucional, cinco de los diez letrados de la Comisión Jurídica Asesora de su propio Gobierno.

Ni el aviso electoral de 2005, ni el de las elecciones locales de 2007, con el fracaso en Guipúzcoa añadido al de Alava, ni la ruptura por ETA del proceso de paz y la vuelta a los asesinatos, ni la derrota a manos del PSE en las elecciones generales de 2008, le habían disuadido. Tampoco lo logró el presidente de su partido, Josu Jon Imaz, que optó por abandonar el cargo. Asomado al abismo, su sucesor, Iñigo Urkullu, sólo consiguió frenarle en su intención de disolver la Cámara tras el pronunciamiento del TC, en una actuación mimética a la de 2005, que el partido encontraba suicida. El PNV escondió el plan en los meses que mediaron hasta las elecciones autonómicas de marzo de 2009. Demasiado tarde. Esos comicios arrebataron finalmente al nacionalismo su mayoría en la Cámara. Aunque Ibarretxe logró 30 escaños, lo hizo a costa de fagocitar a sus socios en el tripartito. Su trayectoria le había dejado sin otros posibles aliados, una vez que la izquierda abertzale quedó excluida del Parlamento. Ya sin el recurso de los votos de ésta como salvavidas, salió derrotado en la investidura y el cambio liderado por Patxi López con el apoyo del PP abrió a Euskadi a una etapa inédita.

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