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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inquietudes en Davos

Los países más expuestos a la crisis, como España, deben sanear sus finanzas públicas

La recuperación de la economía mundial que acaba de certificar el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la actualización de su informe de perspectivas económicas, además de tener muy desiguales ritmos, seguirá siendo frágil: deriva de esa suerte de respiración asistida que aportan los apoyos presupuestarios en la mayoría de los países de la OCDE. A los riesgos sobre la precaria situación del empleo que provocaría una precipitada retirada de esos apoyos, se añaden los derivados de las más recientes tensiones en los mercados de deuda pública, como consecuencia de las dudas generadas por la situación de las finanzas públicas en Grecia durante las últimas semanas. Ése es el contexto en el que han tenido lugar los encuentros en Davos.

La agenda efectiva de este cónclave anual la ha definido el más destacado de los ausentes, el presidente de EE UU, Barack Obama, que una semana antes definió la ruta de la necesaria reforma a su sistema financiero. Efectivamente, los asuntos más relevantes que se han tratado han sido los que tienen que ver con la regulación y el control de las empresas financieras, así como la compensación por los costes incurridos en los salvamentos. No sólo porque en la conferencia inicial el presidente Sarkozy defendiera de forma inequívoca los pasos dados por Obama, y anticipara posiciones en el G-20 en una dirección similar de un más estricto control de las empresas que han desencadenado esta crisis, sino por las discusiones mantenidas, más allá de las reuniones convencionales.

El otro asunto, el aumento de la deuda pública y su reflejo en las cotizaciones de los correspondientes mercados de bonos, está estrechamente emparentado con el anterior. Es una de las consecuencias más visibles de las actuaciones extraordinarias a las que se han visto obligados los Gobiernos en la mayoría de las economías avanzadas, utilizando el dinero de los contribuyentes para paliar los muy cuantiosos costes derivados de la crisis financiera. El temor a que la penalización sufrida por la deuda pública griega se extienda a otros países sigue siendo relevante, aun cuando las amenazas de ruptura de la eurozona, o de diferenciación de posiciones en la misma según el endeudamiento, haya disminuido.

Por eso las autoridades europeas deben dejar claro que amparan los esfuerzos de las autoridades de aquel país por sanear sus finanzas públicas y que seguirán dispuestos al apoyo financiero si llegara el caso. Las autoridades de los países más expuestos, las de España entre ellas, deberían igualmente transmitir una estrategia de saneamiento a medio plazo, más creíble que las reacciones espasmódicas que se reflejaron tras el Consejo de Ministros del viernes. Y, desde luego, deben cuidarse las comparecencias públicas del presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero. La actitud defensiva mantenida en Davos no nos ha ayudado a reconducir algunas de las desconfianzas e inquietudes que se han reflejado en esa localidad suiza, y mucho nos tememos que los mercados financieros lo acusen.

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