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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El papel de la Ertzaintza

No hubo pasividad ante ETA pero sí distinta intensidad cuando la prioridad era otra

El consejero vasco de Interior, Rodolfo Ares, considera que hay pruebas que demuestran la participación de los cinco etarras detenidos ayer en la zona de Ondarroa en el atentado contra la comisaría de la Ertzaintza en esa localidad en septiembre de 2008: un atentado en el que los terroristas emplearon 100 kilos de explosivos y que claramente buscaba una matanza, aunque la prudencia de los agentes (y la suerte) hicieron que sólo se produjeran 10 heridos. Se trata de una operación relevante en sí misma, pero significativa además por haber sido realizada por la propia policía vasca, víctima de aquel atentado.

Durante el día de ayer hubo algunas declaraciones imprecisas sobre el cambio en la actitud de la policía autonómica que revelarían estas detenciones. La Ertzaintza se ha enfrentado a ETA, y ETA a la Ertzaintza, casi desde su creación a comienzos de los años ochenta. En un boletín fechado en 2003, ETA decía que "la actitud de la organización es equivalente a la de la Ertzaintza respecto al movimiento de liberación". Se trataba de advertir a los agentes de que si no perseguían a ETA, la banda no los perseguiría a ellos.

Un total de 16 agentes de ese cuerpo han sido asesinados. En los últimos 20 años, la Ertzaintza ha detenido a 174 activistas, si bien es cierto que con un rendimiento decreciente. Entre 1991 y 1998, con Ardanza en Ajuria Enea y Atutxa en Interior, las detenciones fueron 108; mientras que entre 1999 y 2008, coincidiendo con el periodo de Ibarretxe, la cifra se redujo a 59.

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En general se ha admitido (lo hizo hace poco el consejero Ares) que la tarea esencial de la Ertzaintza debería ser la de cortar la renovación de ETA actuando contra la violencia callejera, cantera principal de activistas. Su condición de policía enraizada en la población juega en favor de esa especialización y así se demostró en gran parte de la década de los noventa, en que la policía vasca detuvo numerosos grupos de violencia organizada (unos 70 activistas al año), poniendo las bases para la casi extinción de la kale borroka en los siguientes. Pero su repunte tras la ruptura de la tregua no encontró una respuesta comparable de la Ertzaintza.

Ésos son los datos, menos lineales de lo que algunos pretenden pero bastante elocuentes. Ha habido alguna exageración pero que no justifica el tono apocalíptico con que reaccionó ayer el PNV. Sólo a ETA favorecería ahora una polémica sobre quién es más eficaz dirigiendo a la Ertzaintza. Pero es evidente que el Gobierno de Patxi López ha considerado una prioridad el combate contra ETA, creando una división antiterrorista que no existía como tal y plasmando la idea de deslegitimación de ese mundo con iniciativas para eliminar los símbolos etarras, tolerados de hecho durante años.

Por ejemplo, en la fiesta mayor de San Sebastián. Este año, por primera vez en muchos, apenas se han visto tales símbolos en la reciente tamborrada. La Ertzaintza había advertido a los vecinos de que cometerían un delito si cedían sus balcones a los habituales visitantes para colgarlos.

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