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Martha Wainwright, tras la estela sombría de Edith Piaf

La intérprete canta los temas más oscuros de la diva francesa

Diego A. Manrique

Tal vez éste no sea un buen momento para entrevistar a Martha Wainwright (Montreal, 1976). Se halla en Londres, donde acaba de dar a luz un niño prematuro, Archangelo. Esta madre primeriza está viviendo con trepidación la experiencia y la conversación telefónica se interrumpe ante incidencias inesperadas. No, Martha no sabía que en España hay un cantaor flamenco llamado Arcángel: "¿Es bueno? Pues tengo que conseguir algún disco suyo".

Las entrevistas con Martha Wainwright suelen dedicar mucho tiempo a comentar los intríngulis de su árbol genealógico: la tormentosa herencia de sus padres, cantautores ya separados, Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle; la maldición que supone ser hermana pequeña del exuberante Rufus Wainwright; la alianza con parientes como Lucy Roche, Lily Larkin o Sloan Wainwright. Pero hoy decidimos esquivar esos tópicos para centrarnos en su última audacia, una revisión del cancionero de Edith Piaf: Sans fusils, ni souliers, á Paris (Drowned In Sound / Nuevos Medios).

"Ni mi hermano Rufus ni yo asumíamos que había muerto"

Al crecer en Quebec, explica, era inevitable escuchar la música de la Piaf: "No asumíamos que hubiera muerto, era una artista de éxito que sonaba en las casas y en las emisoras. Y tenía temas atractivos, muy pegadizos. Rufus y yo los cantábamos a pleno pulmón. Era muy gratificante romper la voz. ¡No podías hacerlo con Barbra Streisand!".

Un capricho privado, hasta que intervino Hal Willner. Productor de inteligentes discos de homenaje, Willner ya había contado con Martha para Leonard Cohen: I'm your man. "Hal llevaba años detrás de que yo hiciera unos conciertos con repertorio de Piaf, para convertirlos en disco. Me resistía, por muchas razones. Me parecía menos comprometido cantar a Janis Joplin: mi francés no es impecable y me podían criticar en Francia. Además, se estrenó el biopic sobre Piaf, La vie en rose, y me acomplejaba seguir la pista de la protagonista, Marion Cotillard, que es una mujer muy guapa. Debo confesarlo: preferí no ver la película, para evitar imitar los manierismos de Edith".

Resolvió el dilema centrándose en canciones relativamente oscuras de la môme, y evitando los grandes éxitos: "La discográfica se escandalizó cuando explicamos que no íbamos a hacer Non, je ne regrette rien, Milord, La vie en rose o Hymne à l'amour. Pero tiene docenas de canciones extraordinarias que se conocen menos y que no están tan identificadas con su biografía. La excusa es que reinventamos los arreglos, con los músicos que tocaban en el disco. De otro modo, ¿qué sentido tendría volver a hacer L'accordeoniste o C'est à Hambourg? ¡Ella ya grabó versiones maravillosas!".

Hubo emoción en la grabación, realizada durante dos días en Dixon Place, un espacio teatral en el downtown neoyorquino, donde se instaló un estudio móvil: "Hal no cree en el recorto y pego, prefiere las tomas completas, el espíritu del momento. Así que yo estaba de los nervios: había público pero tenía que leer las letras, que a veces son historias muy enrevesadas. ¿Lo mejor de trabajar con Hal? Que te rindes a su visión. Estoy acostumbrada a pelear por cada segundo de música en mis discos. Hago sufrir a mi productor habitual, Brad Albetta. Y me tiene que escuchar: es mi marido".

La cantante Martha Wainwright.
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