El brote de violencia racial en Italia aviva el debate sobre los inmigrantes
1.500 africanos que trabajaban en Rosarno, trasladados a centros de acogida
Ya no quedan africanos a la vista en Rosarno (Calabria, en el sur de Italia). Las excavadoras demolieron ayer una de las fábricas abandonadas donde, cada año desde hace 20, se instalaban durante meses los temporeros subsaharianos que recogían la mandarina. La calma ha vuelto al pueblo después de tres días de revuelta, disparos y jaurías humanas. Quedan cerca de 100 heridos, cuatro de ellos graves (todos ellos africanos) y el éxodo de unos 1.500 inmigrantes. Ahora, Italia trata de digerir lo sucedido.
El final abrupto de una convivencia precaria, basada desde hace dos décadas en una relación de atroz desigualdad; la confirmación de que en Calabria hay más mafia que Estado, y las imágenes de violencia racista vistas durante cerca de 72 horas han avergonzado a muchos italianos.
Benedicto XVI pide respeto para los trabajadores extranjeros
La solidaridad con los inmigrantes se abre paso desde diferentes frentes, y tras la manifestación de condena, el sábado en Roma, saldada con un herido, la idea de una huelga general de inmigrantes va tomando cuerpo a través de Internet. La propuesta es que se celebre el 1 de marzo, coincidiendo con la que se organiza en Francia.
Pero, paradójicamente, los sucesos parecen haber conformado a otros italianos. O, más exactamente, la solución del problema. Algunos medios, como Il Fatto, han bautizado el ejercicio de "limpieza étnica" como el "primer acto electoral de la Liga del Norte ante los comicios regionales de marzo". La política firme y autoritaria del ministro del Interior, Roberto Maroni, era ayer elogiada de forma unánime por los medios de la derecha.
Y, paradójicamente, por muchos ciudadanos del sur. Algunos de los vecinos calabreses más activos en la persecución de africanos han mostrado su admiración por la Liga y por Maroni, quien ha achacado los desórdenes a años de "excesiva tolerancia", señalando con el dedo a un centro-izquierda incapaz de distinguirse ante la complejidad del fenómeno migratorio.
Maroni ha sido criticado por casi legitimar la violencia cuando, en plena crisis, dejó traslucir su comprensión hacia los vecinos levantados en armas. Antes que defender el derecho al trabajo de los inmigrantes, el Gobierno ha preferido zanjar el problema de orden público y de higiene desalojando a todos los africanos, legales y no, hasta los centros de acogida más cercanos, Bari y Crotone.
"Todos los ilegales serán expulsados", prometió ayer el ministro. Poco después, su gabinete anunció que concederá el permiso de residencia por motivos humanitarios a los inmigrantes heridos (algunos de ellos eran ya asilados políticos).
Laura Boldrini, portavoz del Alto Comisionado para Refugiados de la ONU, ha recordado que muchos africanos han abandonado Rosarno sin cobrar sus pagas. "Buena parte de ellos son legales y hay muchos bajo protección internacional. Esperamos que el Estado les ayude a encontrar trabajo y no sigan abandonados en la explotación y la degradación".
Si Rosarno ha enseñado algo, es que la católica y acogedora Italia no se reconoce ya a sí misma. Mientras en Roma el papa Benedicto XVI pedía "respeto" para los inmigrantes y recordaba que "tienen los mismos derechos" que los demás, en el pueblo, durante la misa mayor, el párroco don Pino fue más lejos: "Los hemos echado. Si no tenemos la fuerza de rebelarnos contra la injusticia y ejercemos la violencia contra los más débiles, es mejor que no vengamos más a la iglesia".
Al tratar de analizar los hechos, varios diarios recurren hoy a un símbolo de la libertad: Primo Levi, el científico y escritor judío que sobrevivió a Auschwitz. "Si éstos son hombres", titula Barbara Spinelli su artículo en La Stampa, mientras La Repubblica publica el poema de Adriano Sofri Y ahora decidid si esto es un hombre.
El fundador del diario romano, Eugenio Scalfari, comenta la implicación de la 'Ndrangheta en la violencia racista y la explotación de los trabajadores, y pregunta a las autoridades: "¿No sabíais nada? ¿No sabíais que la recogida de fruta en esa tierra se dejaba a cargo de 20.000 inmigrantes, la mayoría sin papeles, gestionados por capataces y pagados en negro? ¿No sabíais cómo vivían? ¿No teníais la obligación de intervenir?".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.