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Análisis:Tensión en Irán
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Una ola verde?

Antonio Elorza

La dualidad inherente desde su gestación al régimen iraní quedó rota con el fraude de la reelección del integrista Mahmud Ahmadineyad. Las grandes movilizaciones que dieron vida a la República Islámica habían tenido lugar bajo el liderazgo indiscutible del ayatolá Jomeini; de ahí una esencia teocrática que sin embargo se vio obligada a integrar la aspiración a la libertad política. El artículo 56 de la Constitución jomeinista lo consagró: "La soberanía absoluta sobre el mundo y sobre el hombre pertenece a Alá y es él quien ha ofrecido al hombre la libertad de disponer de sí mismo".

La jerarquía era inequívoca, a favor de los designados por Alá, pero también el derecho del pueblo al voto, fuera para la alicorta Presidencia o para el Parlamento. Se trataba de una válvula de escape para una sociedad civil emergente, descontenta con el malgobierno religioso, que ya la sorpresiva elección de Jatamí hizo peligrar y que la reacción del tándem Jameneí-Ahmadineyad ante las protestas poselectorales ha cerrado definitivamente.

Nada salvo represión y sangre hay que esperar de ese régimen islámico
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La alternativa encabezada por Musaví en las elecciones, así como la ola verde subsiguiente, respondían a un intento de reemprender la senda reformista. El antecedente era Jatamí, cuyas buenas intenciones e inseguridades podían servir de enseñanza a hombres formados políticamente en el interior de la República Islámica. La brutal respuesta del guía de la revolución Alí Jameneí, por otra parte acorde con su pasado, y la secuencia de encarcelamientos, torturas, violaciones y juicios-farsa contra manifestantes y opositores, han disipado cualquier duda. Nada salvo represión y sangre hay que esperar de ese régimen islámico que tanto gusta a Tariq Ramadan y a otros partidarios/as entre nosotros del islamismo "moderado".

El portavoz ideológico del reformismo iraní, Abdelkarim Soroush, lo expresa en una carta remitida a Jameneí: "La mayor victoria de la rebelión de las conciencias contra los depredadores ha consistido en que el pueblo perdió su miedo y se desmoronó la legitimidad del guía". "La tiranía religiosa", concluye, "ha quedado deshonrada tanto ante los creyentes como ante quienes no lo son". La carta de Soroush lleva un título cargado de esperanza: La tiranía religiosa se desmorona: ¡alegraos! Pero deslegitimación no equivale a derrumbamiento. Tanto el intratable Alí Jameneí, como Ahmadineyad, como los cientos de miles de paramilitares (basiyís), más clérigos y funcionarios dependientes del régimen, están dispuestos a seguir escalando en la violencia represiva, que en su concepto implica la defensa de la "soberanía de Alá", contra aquellos que reivindican la libertad y la democracia, ya sin otros adjetivos.

Rafsanyaní, incluso Musaví o Jatamí, pueden únicamente servir de instrumentos para un cambio. El Consejo de los Expertos no depondrá a Jameneí. Situado bajo su control directo, el Ejército es otra incógnita difícil de despejar. Queda la entrega de un pueblo al que el chiísmo dotó de un valor especial, sacralizado, para el ejercicio de la condición de mártir. La matanza del día de Ashurá es todo un símbolo de continuidad histórica.

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