La fiesta, más allá de Barcelona
"Nuestros políticos cruzan la frontera y en Barcelona no les entienden, porque allí no han visto nunca toros." Miquel Ferrer expresa así el sentimiento de agravio que ha despertado en las tierras del Ebro la iniciativa antitaurina que se debate en el Parlamento catalán. Preside la recién creda Agrupación de Peñas Taurinas de esa región, la más sureña de Cataluña, bañada por el río. Allí abundan los encierros con vaquillas y bous (toros) embolats, que corren por las calles con bolas de fuego en sus cuernos, y que la iniciativa en trámite no prohibiría. Pero sentaría un mal precedente, creen los taurinos de allí, que son multitud.
También entre los diputados de la zona, que pueden ser decisivos para tumbar la iniciativa. Sobre todo los de CiU, un grupo en el que la mayoría se decanta por la prohibición, pero con una minoría taurina que integra, por ejemplo, Francesc Sancho, alcalde de L'Ampolla (Tarragona). Él y otros tratan de convencer a sus compañeros de filas. Así que no extrañaba ver a Ferrer en los despachos de CiU ayer tras la votación.
El partido puede andar así tras su hegemonía perdida en una región que padece un arraigado sentimiento de abandono. El trasvase del Ebro planeado por el Gobierno de Aznar con apoyo de CiU rebeló a sus habitantes, que vieron bien el tripartito. Pero el intento de paliar la sequía de Barcelona de 2008 con el agua de su río y el cierre de empresas como Lear, este año, han reflotado ese sentimiento de "frontera" del que habla Ferrer.
"Ellos, los barceloneses, tienen una forma de ver las cosas, nosotras otra. Pedimos respeto", dice. Y recuerda que en esas tierras hay 28 peñas, 15 comisiones locales taurinas y nueve ganaderías autóctonas que pastan por el delta o los Puertos de Beceite. "Lo único que lograría la ley sería que catalanes como nosotros tengásemos que ir a ver los toros a Vinarós", ya en Castellón, se queja. Él quiere seguir acudiendo a Tarragona o Barcelona.
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