Una idea de Fraga de la que recela el PP
El 14 de junio de 2004, el entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, se presentó en el palacio de La Moncloa con una bolsa de plástico que lucía publicidad del Xacobeo. En su interior había un taco de libros que regaló al recién nombrado presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en su primer (y último) encuentro institucional. En ellos detallaba sus propuestas para reformar el Estatuto de Galicia, algo que todavía ni se vislumbra. Además, la Xunta envió a Zapatero un dossier de más de 250 páginas sobre el "desarrollo institucional del Estado de las autonomías".
Alguien podría confundir aquel documento con el programa electoral del PSOE en la materia. Allí se proponía la reforma del Senado, la Conferencia de Presidentes, la participación de las comunidades autónomas en la UE, las comisiones bilaterales como mecanismo de cooperación, la reforma de los tribunales superiores de justicia, la participación autonómica en la elección de magistrados del Constitucional, traspasos y mejoras estatutarias.
Manuel Fraga recordaba en su dossier que lleva proponiendo la creación de este órgano desde 1994. Lo puso en marcha Zapatero en su primer año como presidente, aunque con algunas diferencias respecto a la idea original. Fraga proponía que fuera cada seis meses, que sus acuerdos fueran por unanimidad y que fueran vinculantes. Zapatero sólo se comprometió a que fuera anual, y ni siquiera pudo cumplir este calendario. Además, no estableció unas reglas de funcionamiento ni sobre la adopción de acuerdos. Las únicas normas que han tenido las tres conferencias celebradas han sido las de protocolo.
La primera reunión fue un éxito sólo por la foto histórica de todos los presidentes autonómicos juntos con el del Gobierno de España. Pero a partir de la segunda, el PP ha denostado una y otra vez esta cumbre, como si interpretara que un fracaso de cada reunión es un fracaso de Zapatero y, por tanto, una victoria del PP.
En la segunda conferencia, los presidentes del PP aceptaron a regañadientes que el Gobierno se llevara el protagonismo con una oferta irrechazable de financiación sanitaria. En la tercera el PP dejó claro que si podía convertiría aquello en una reunión entre partidos. En plena polémica por el proceso de paz, y con la bomba de la T-4 muy reciente, la conferencia fue dinamitada por la tensión partidista en torno a la política antiterrorista.
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